de Rincón de la Psicología
En la naturaleza la simetría es un factor esencial para dar la alerta de que algo sucede a nuestro alrededor, ya sea a los predadores o a las madres protectivas. El niño, cuando su visión aún es borrosa, ya muestra una preferencia por la simetría absoluta. También son numerosos los estudios que han demostrado que preferimos aquellos rostros que sean simétricos, considerándolos como más bellos en comparación con aquellos que no lo son. Algunos biólogos afirman que nuestra preferencia por la simetría absoluta proviene del hecho de que cuando somos pequeños y nos infectamos con algún parásito, esto provoca una simetría facial (generalmente muy pequeña pero distinguible) que le haría saber a la otra persona que no estamos totalmente sanos.
Hay quienes van un paso más allá para firmar que cuando buscamos pareja nos fijamos en tres factores esencialmente: la simetría facial (expresada por la simetría de los ojos, cejas, nariz y la boca), la armonía (que se manifiesta en las distancias adecuadas entre las partes del rostro y su proporción armónica) y los movimientos simétricos (que se refieren a los gestos corporales que realiza la otra persona y que deben reflejar de alguna manera los nuestros).
Con el desarrollo de la Gestalt la Ciencia Psicológica comenzó a prestarle una atención particular a la forma en la cual percibimos y procesamos nuestro entorno. Así, esta escuela psicológica desarrolló una serie de leyes que explican cómo le damos un sentido a lo que vemos. Por ejemplo, cuando percibimos tres puntos perfectamente alineados tenderemos a pensar que es una línea, dándole de esta forma un sentido más completo a lo que estamos viendo.
De la misma forma, cuando percibimos dos imágenes similares y especulares (cual si fuera en un espejo), tendemos a asumir ambas como una sola figura con un centro común. Mientras más cercanas estén la una de la otra, mayor será nuestra propensión a percibirlas como una sola imagen; a esto se le denomina la Ley de la Simetría.
Pero no respondemos de la misma forma a la simetría. Por ejemplo, en un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Aberdeen se le pidió a los participantes que viesen algunas figuras simétricas y pasado algún tiempo, debían reproducirlas. Pudo apreciarse que el recuerdo es mucho más preciso si la simetría se demuestra en el eje vertical pero nuestra memoria es menos precisa si la imagen muestra una simetría en el eje horizontal; sin lugar a dudas porque estamos menos habituados a ver este tipo de simetría (arriba y abajo) en comparación con la simetría (izquierda y derecha).
De esta manera, además de nuestra tendencia más innata a sentirnos atraídos por la simetría, socialmente también nos hemos habituado a darle un sentido a lo que estamos viendo, si es en una sola figura mucho mejor. Razón por la cual, tendemos a preferir los objetos simétricos. Si a esto le añadimos que durante siglos el ideal de perfección y belleza se encarnaba en la simetría, entonces podemos comprender el por qué nuestra preferencia por los objetos idénticos especularmente.
Fuentes:
Edler, R. J. (2001) Background Considerations to Facial Aesthetics. Journal of Orthodontics; 28 (2): 159-168.
Deregowski, J. B. (1971) Symmetry, gestalt and information theory. The Quarterly Journal of Experimental Psychology; 23(4): 381 – 385.
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