Nuestra sociedad nos envía mensajes muy confusos sobre el enojo, pero
son especialmente los niños quienes reciben los más contradictorios.
Es prácticamente imposible encontrar una caricatura que no sea
violenta o que use palabras soeces, en donde los personajes se matan
y explotan en mil pedacitos. Los padres nos preocupamos de que
nuestros hijos no puedan manejar sanamente su enojo, o el de los
demás, si les permitimos que vean ese tipo de programas de
televisión. Pero la realidad es que cuando los niños tienen
dificultades para
manejar el enojo tiene que ver más con quienes
están frente al televisor: la familia.
Por otro lado, nos aterra el enojo: creemos que cualquier
manifestación de enojo es repudiable. Sin embargo, justamente el
enojo es uno de los sentimientos más sanos. Es el signo más claro
para los papás de que algo está pasando en el interior de nuestro
hijo, que necesita atención inmediata. El enojo es "el gran
comunicador" porque es la señal más clara de que un niño necesita
ayuda urgente. Si la ayuda es empática, comprensiva y se orienta al
manejo de las emociones del niño, el enojo desaparece. Muchas veces
los padres presumen: "mi hijo nunca se enoja", pero la ausencia del
enojo no es normal.
Existen dos tipos de enojo:
1. El enojo del desarrollo: este es el enojo que un niño siente
conforme va creciendo y se adapta a nuevas etapas cruciales en su
proceso de desarrollo. Por ejemplo, aprender a ir al baño: si no
puede, se frustra. Es normal que se enoje si se cae cuando está
aprendiendo a caminar o si se desespera porque no logra poner un
bloque encima del otro sin que se caiga.
2. El enojo interpersonal: surge de la interacción diaria con otras
personas y causa frustración momentánea. Ejemplo: "no puedes comerte
otra galleta porque ya vas a cenar". Así empiezan a aprender que a
veces la gente no reacciona como ellos quieren. El niño se enoja
porque a veces sus necesidades o demandas no se cumplen o se ignoran.
Lo más importante que debemos entender sobre el enojo es que siempre
es una respuesta momentánea a un sentimiento oculto de impotencia.
Cuando nuestros hijos se enojan, es posible que se expresen con
frases hirientes y que utilicen adjetivos que nos duelan. Es
verdaderamente difícil manejar un "te odio mamá". Esos "insultos"
sólo significan una frustración momentánea que desaparece tan pronto
como aparece. Es bueno que nuestros hijos nos demuestren lo que
sienten y nuestro primer error es tomar su enojo como algo personal.
Debido al miedo que nos da que nuestro hijo siga expresando su enojo,
intentamos calmarlo. Por ello, hacemos más concesiones o hasta lo
sobornamos para que se porte bien, de esta forma nos estamos
rehusando a ponerle límites a su comportamiento. Una de las formas en
que tratamos de erradicar ese enojo es mediante comentarios hirientes
o violencia: "eres un grosero", "no te soporto", una nalgada o un
golpe.
No saber manejar el enojo de un niño muchas veces nos lleva a lo que
se llama la metamorfosis del enojo. Como no se le permite expresar el
enojo directamente, el niño lo reprime y ahí es donde se convierte en
una emoción peligrosa. El enojo reprimido se convierte en síntomas
que no se parecen al enojo pero que siempre son causa de la
represión, como por ejemplo: la depresión, los miedos y la ansiedad,
que pueden afectarle a lo largo de toda su infancia y el resto de su
vida.
Como padres podemos hacer mucho más si motivamos a nuestros hijos a
expresar su enojo como tal, si les enseñamos a contenerlo y
tolerarlo, pero como muchas otras cosas, sólo se pueden transmitir
estos conocimientos con el ejemplo, es decir, si nosotros mismos lo
hacemos.
¿Qué hacer?
1) Se le llama emergencia de enojo cuando tu hijo empieza a aventar
cosas, a patear, a gritar o a llorar. ¿Qué podemos hacer como padres?
Quedarnos con él, abrazarlo o restringirlo para que no se lastime a
sí mismo, a otras personas o destruya objetos. No avergonzarlo, no
dejarlo solo, demostrarle que no nos asusta su enojo y que su enojo
no va a ser destructivo.
2) La mayoría de los enojos son controlables. La identificación de lo
que desata el enojo en nuestro hijo es la tarea más importante que
tenemos como padres: entender por qué se siente tan impotente o
frustrado en esas circunstancias específicas. A veces podrá
expresarlo verbalmente pero, en otras ocasiones, lo podemos averiguar
mediante los patrones de conducta que vemos. Es necesario que nos
sensibilicemos a lo que les ocurre a nuestros hijos: es posible que
el pañal esté apretado, que tenga hambre o sueño, que se enoje cuando
al estar aprendiendo a caminar se caiga, la llegada del nuevo hermano
o el primer día de clases.
3) Observa a tu hijo y si ya puede hablar, escúchalo y cuestiónalo
con cariño y comprensión. Procura no criticarlo cuando estés
averiguando el porqué está enojado.
El objetivo es ayudar a nuestros hijos a superar el enojo sin
reprimirlo. Las razones principales del enojo interpersonal son la
injusticia, un trato frío o el abandono, no cumplir las promesas que
les hacemos o ser incongruentes, ser demandantes o hacer
comparaciones injustas. A menos que su enojo represente peligro para
él, debemos enfocarnos en entender por qué está así, en lugar de
sermonearlo o castigarlo. El enojo es una respuesta a un sentimiento
de frustración e impotencia, y una vez que logramos identificar de
dónde viene, desaparece.
Es prácticamente imposible encontrar una caricatura que no sea
violenta o que use palabras soeces, en donde los personajes se matan
y explotan en mil pedacitos. Los padres nos preocupamos de que
nuestros hijos no puedan manejar sanamente su enojo, o el de los
demás, si les permitimos que vean ese tipo de programas de
televisión. Pero la realidad es que cuando los niños tienen
dificultades para
manejar el enojo tiene que ver más con quienes
están frente al televisor: la familia.
Por otro lado, nos aterra el enojo: creemos que cualquier
manifestación de enojo es repudiable. Sin embargo, justamente el
enojo es uno de los sentimientos más sanos. Es el signo más claro
para los papás de que algo está pasando en el interior de nuestro
hijo, que necesita atención inmediata. El enojo es "el gran
comunicador" porque es la señal más clara de que un niño necesita
ayuda urgente. Si la ayuda es empática, comprensiva y se orienta al
manejo de las emociones del niño, el enojo desaparece. Muchas veces
los padres presumen: "mi hijo nunca se enoja", pero la ausencia del
enojo no es normal.
Existen dos tipos de enojo:
1. El enojo del desarrollo: este es el enojo que un niño siente
conforme va creciendo y se adapta a nuevas etapas cruciales en su
proceso de desarrollo. Por ejemplo, aprender a ir al baño: si no
puede, se frustra. Es normal que se enoje si se cae cuando está
aprendiendo a caminar o si se desespera porque no logra poner un
bloque encima del otro sin que se caiga.
2. El enojo interpersonal: surge de la interacción diaria con otras
personas y causa frustración momentánea. Ejemplo: "no puedes comerte
otra galleta porque ya vas a cenar". Así empiezan a aprender que a
veces la gente no reacciona como ellos quieren. El niño se enoja
porque a veces sus necesidades o demandas no se cumplen o se ignoran.
Lo más importante que debemos entender sobre el enojo es que siempre
es una respuesta momentánea a un sentimiento oculto de impotencia.
Cuando nuestros hijos se enojan, es posible que se expresen con
frases hirientes y que utilicen adjetivos que nos duelan. Es
verdaderamente difícil manejar un "te odio mamá". Esos "insultos"
sólo significan una frustración momentánea que desaparece tan pronto
como aparece. Es bueno que nuestros hijos nos demuestren lo que
sienten y nuestro primer error es tomar su enojo como algo personal.
Debido al miedo que nos da que nuestro hijo siga expresando su enojo,
intentamos calmarlo. Por ello, hacemos más concesiones o hasta lo
sobornamos para que se porte bien, de esta forma nos estamos
rehusando a ponerle límites a su comportamiento. Una de las formas en
que tratamos de erradicar ese enojo es mediante comentarios hirientes
o violencia: "eres un grosero", "no te soporto", una nalgada o un
golpe.
No saber manejar el enojo de un niño muchas veces nos lleva a lo que
se llama la metamorfosis del enojo. Como no se le permite expresar el
enojo directamente, el niño lo reprime y ahí es donde se convierte en
una emoción peligrosa. El enojo reprimido se convierte en síntomas
que no se parecen al enojo pero que siempre son causa de la
represión, como por ejemplo: la depresión, los miedos y la ansiedad,
que pueden afectarle a lo largo de toda su infancia y el resto de su
vida.
Como padres podemos hacer mucho más si motivamos a nuestros hijos a
expresar su enojo como tal, si les enseñamos a contenerlo y
tolerarlo, pero como muchas otras cosas, sólo se pueden transmitir
estos conocimientos con el ejemplo, es decir, si nosotros mismos lo
hacemos.
¿Qué hacer?
1) Se le llama emergencia de enojo cuando tu hijo empieza a aventar
cosas, a patear, a gritar o a llorar. ¿Qué podemos hacer como padres?
Quedarnos con él, abrazarlo o restringirlo para que no se lastime a
sí mismo, a otras personas o destruya objetos. No avergonzarlo, no
dejarlo solo, demostrarle que no nos asusta su enojo y que su enojo
no va a ser destructivo.
2) La mayoría de los enojos son controlables. La identificación de lo
que desata el enojo en nuestro hijo es la tarea más importante que
tenemos como padres: entender por qué se siente tan impotente o
frustrado en esas circunstancias específicas. A veces podrá
expresarlo verbalmente pero, en otras ocasiones, lo podemos averiguar
mediante los patrones de conducta que vemos. Es necesario que nos
sensibilicemos a lo que les ocurre a nuestros hijos: es posible que
el pañal esté apretado, que tenga hambre o sueño, que se enoje cuando
al estar aprendiendo a caminar se caiga, la llegada del nuevo hermano
o el primer día de clases.
3) Observa a tu hijo y si ya puede hablar, escúchalo y cuestiónalo
con cariño y comprensión. Procura no criticarlo cuando estés
averiguando el porqué está enojado.
El objetivo es ayudar a nuestros hijos a superar el enojo sin
reprimirlo. Las razones principales del enojo interpersonal son la
injusticia, un trato frío o el abandono, no cumplir las promesas que
les hacemos o ser incongruentes, ser demandantes o hacer
comparaciones injustas. A menos que su enojo represente peligro para
él, debemos enfocarnos en entender por qué está así, en lugar de
sermonearlo o castigarlo. El enojo es una respuesta a un sentimiento
de frustración e impotencia, y una vez que logramos identificar de
dónde viene, desaparece.
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Caldria afegir un article referit a l'enuig com a reflexió de les tensions familiars entorn al nano dins les circumstàncies de crisi actual(atur,desencís,desajustos en la comunicació conjugal,etc...). Els nens i les nenes són els millors reclectors dels propis conflictes intra i interpersonals en el món dels adults. Salutacions d'un col.lega teu també director d'institut psicològic a Israel.
ResponderEliminarSi el tens seria interesant que me´l fessis arribar
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