Maria tiene 37 años y la medicina convencional no pudo hacer nada para que desapareciera el reúma de su sangre que le producía rigidez o inmovilidad en sus articulaciones y que le impedía desempeñar su trabajo de comercial con propiedad.
Un amigo le aconsejó ir a una consulta de reiki, a pesar de que ella era reacia a cualquier tratamiento que no estuviera relacionado con la medicina convencional. En la primera visita, la maestra de reiki le preguntó por su problema y le pidió un diagnóstico de su médico para comprobar, a lo largo de las sesiones, su evolución. Pero para averiguar realmente lo que le pasaba a Maria primero sintonizó con ella, es decir, experimentó un estado de apertura del corazón que ayuda a canalizar la energía y sin el cual la técnica que vaya a utilizar el terapeuta de reiki resulta menos efectiva.
Así, la terapeuta sentía cómo, llegado el momento, su cuerpo se disponía a canalizar la energía que entraba a través del chakra (centro energético corporal) situado en la coronilla y se desplazaba hasta el corazón. Desde aquí se transmitía el reiki. Es decir, la maestra se unía con su corazón, y visualizando los símbolos adecuados conectaba con la otra persona. Antes de empezar cada sesión limpiaba el aura de Maria y de esta manera captó sus puntos de conflicto y la manera de desanudarlos.
En la primera fase del tratamiento la paciente empeoró, lo que en reiki se considera señal de que la curación está en marcha. Tuvo crisis de dolor agudo, diarreas y vómitos que limpiaron su interior y que, paradójicamente, sirvieron para que empezara a confiar en su proceso de curación y en el tratamiento que le estaban aplicando.
Después de tres meses -a razón de tres sesiones por semana- la mejoría de Maria se hizo palpable, incluso en los análisis médicos, y actualmente ya no necesita calmantes. También hay que decir que Maria hizo cambios en su vida, pasando de una alimentación convencional a una dieta vegetariana estricta y utilizando técnicas de feng shui: cambió de posición su cama y se desprendió del despertador eléctrico.
Así, la terapeuta sentía cómo, llegado el momento, su cuerpo se disponía a canalizar la energía que entraba a través del chakra (centro energético corporal) situado en la coronilla y se desplazaba hasta el corazón. Desde aquí se transmitía el reiki. Es decir, la maestra se unía con su corazón, y visualizando los símbolos adecuados conectaba con la otra persona. Antes de empezar cada sesión limpiaba el aura de Maria y de esta manera captó sus puntos de conflicto y la manera de desanudarlos.
En la primera fase del tratamiento la paciente empeoró, lo que en reiki se considera señal de que la curación está en marcha. Tuvo crisis de dolor agudo, diarreas y vómitos que limpiaron su interior y que, paradójicamente, sirvieron para que empezara a confiar en su proceso de curación y en el tratamiento que le estaban aplicando.
Después de tres meses -a razón de tres sesiones por semana- la mejoría de Maria se hizo palpable, incluso en los análisis médicos, y actualmente ya no necesita calmantes. También hay que decir que Maria hizo cambios en su vida, pasando de una alimentación convencional a una dieta vegetariana estricta y utilizando técnicas de feng shui: cambió de posición su cama y se desprendió del despertador eléctrico.
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