La idea de que manipulando los pies con las manos y las yemas de los dedos se pueden estimular las diferentes zonas del organismo, facilitando la curación y previniendo la enfermedad, ya formaba parte de muchas terapias médicas de la antigüedad, desde el Egipto clásico a la Antigua India.
Sin embargo no fue hasta 1913 y de la mano de un médico norteamericano especialista en otorrinolaringología, William Fitzgerald, que había indagado en diferentes medicinas orientales para buscar una alternativa a los anestésicos, que la reflejoterapia se redescubriría para Occidente.
La fisioterapeuta Eunice Ingham en los años 30 sería la encargada de profundizar en la Teoría de la Zona de Fitzgerald y de dar a conocer esta técnica manual que en la actualidad se imparte en todo el mundo y cuyas principales escuelas son la alemana, de Anne Marquart, y la inglesa, de Ann Gillanders.
Un caso de fibromialgia
María Ángeles Mestres, de 52 años, descubrió la reflejoterapia hace cuatro años a través de la Asociación Catalana de Fibromialgia, que propuso a sus asociadas realizar una prueba experimental con diferentes técnicas de medicina alternativa. Hacía tiempo que Mª Ángeles padecía insomnio, frecuentes ataques de ansiedad y fuertes dolores musculares y articulares, que le dificultaban su rutina.
«Comencé a hacer reflejoterapia con un monje de la orden de los capuchinos que conocía la técnica. Iba una vez por semana y recuerdo que en cada sesión, en la que el tratamiento se completaba con una charla, experimentaba una liberación de emociones importante y sentía que el dolor de todo mi cuerpo descendía dos o tres puntos. Con el tiempo el monje me derivó a una amiga suya enfermera que tenía más conocimientos en reflejoterapia y ésta me adentró en la medicina natural», explica Mª Ángeles, quien tras esta segunda ronda de sesiones comenzó a encontrarse mucho mejor. «Iba periódicamente cada quince días, luego pasé a hacerlo una vez por semana y hace un año decidí dejarlo porque me sentía prácticamente curada, pero mi hijo tuvo un problema de salud y me dijeron que enfrente de casa había un buen especialista en reflejoterapia, Joaquín Muñoz, así que acudimos y nos tratamos los dos, porque yo seguía con unos dolorcillos que no se acababan de ir».
Mª Ángeles comenta que ahora hace una sesión cada quince días, como tratamiento de mantenimiento, y afirma que se siente curada y que la reflejoterapia le ha ayudado mucho a paliar el dolor y también a relajarse. Además, reconoce que el hecho de modificar su dieta (ahora sigue una alimentación macrobiótica) y de indagar en las raíces de su enfermedad le han servido para entender la fibromialgia y afrontar los retos que ésta le presenta. «El hecho de saber que esta enfermedad puede esconder una gran falta de amor que se remonta a mi nacimiento y a mi infancia y que seguramente obedece a la ira y al orgullo reprimidos por no hacer lo que yo deseaba hacer, sino lo que agradaba a los demás, me ha dado muchas claves para mi curación», apunta Mª Ángeles.
Curarse a través de los pies
Joaquín Muñoz, reflejoterapeuta de la Fundación Johan Cruyff, dedicada a la promoción de la salud y el deporte para niños discapacitados y director de la Escuela Española de Reflejoterapia, señala que «esta técnica actúa a través del sistema nervioso, que es el transmisor de información a todos los órganos y a todas las células de nuestro cuerpo. Mediante estos estímulos, inusuales, tanto para la persona como para la patología, conseguimos que la persona en sí y su sistema endocrino empiecen a modificar su conducta. Entonces el mismo cuerpo comienza a activar sus mecanismos de autorregeneración. De alguna manera, la reflejoterapia estimula el cuerpo para que ponga en marcha el proceso curativo, en el que la participación de la persona juega un papel importantísimo», apunta Joaquín.
El reflejoterapeuta explica que en el caso de fibromialgia de Mª Ángeles el tratamiento empieza a través del sistema nervioso, mediante los plexos mesentérico y celíaco. «Seguidamente activa el sistema endocrino mediante la hipófisis, en el pulgar. Una vez iniciado este proceso trabaja el hígado, el órgano más importante en esta patología. Cuando hay un componente psíquico o emocional, como en el caso de la fibromialgia, un segundo órgano importante es el páncreas. Junto con el páncreas hay que estimular el sistema inmunitario, con lo que debe tratarse también el bazo y el timo, y como la enfermedad induce a la persona a un estado de angustia es preciso relajar también las glándulas suprarrenales para disminuir los niveles de adrenalina y estimular el riñón para eliminar la cantidad de desechos que la propia patología produce».
Joaquín Muñoz afirma que cada órgano tiene un componente emocional y que en el caso de una enfermedad como la fibromialgia se combinan todos. Así, la patología de hígado puede indicar rabia e inconformismo, la patología de páncreas, desamor y baja autoestima, mientras que la del riñón apunta a un temor excesivo.
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