extraido de Experto en Psicología
Con este título se pretende enfocar la mirada a los hijos e hijas de parejas donde hay o ha habido violencia de género. Existe el mito de que si los hijos no reciben agresiones físicas directas no quedan afectados, evidentemente es del todo erróneo. Los niños que viven en un contexto de violencia sufren graves consecuencias y, muchas veces, estos menores son invisibles a los ojos de los adultos y, por lo tanto, quedan en el olvido.
En la sociedad actual la lucha contra la violencia de género tiene un lugar establecido, todavía queda
mucho para hacer pero se está haciendo. Todos tenemos claro que ya no es un tema que pertenezca al ámbito privado sino que es una patología social y que hay que erradicarla. Por eso hay toda una serie de instrumentos (leyes, campañas de prevención, etc.) dirigidos hacia este fin.
En la sociedad actual la lucha contra la violencia de género tiene un lugar establecido, todavía queda
mucho para hacer pero se está haciendo. Todos tenemos claro que ya no es un tema que pertenezca al ámbito privado sino que es una patología social y que hay que erradicarla. Por eso hay toda una serie de instrumentos (leyes, campañas de prevención, etc.) dirigidos hacia este fin.
Respecto a los hijos, nos encontramos que todavía hay poca conciencia de cómo afecta este tipo de violencia a los pequeños. Habitualmente son las víctimas indirectas, cuando no directas, de la violencia dentro del hogar.
La Ley diferencia entre:
- violencia de género, tiene lugar del hombre hacia la mujer dentro de la pareja por el hecho de ser mujer y es atendida por juzgados especializados;
- violencia doméstica o familiar, puede ir dirigida y ser entre diferentes miembros de la familia (madre a padre, hijos a padres, padres a hijos, hacia los abuelos, etc.) y es atendida por los juzgados de instrucción.
Hoy nos centraremos en los casos donde la violencia es principalmente de género dentro de la pareja, es decir, del hombre hacia la mujer, y los hijos la viven indirectamente, es decir, no reciben agresiones físicas directas sobre ellos. Aún así, ¿pensamos que los pequeños quedan excluidos de esta violencia? Es imposible que un menor no vea, no escuche, no sienta, no perciba el ambiente hostil del hogar.
Un menor puede vivir la violencia familiar de muchas maneras, aunque no la vea directamente, puede sentir los gritos desde su habitación, puede notar el mal humor del padre, puede percibir la fragilidad de la madre, puede ver los morados en el rostro de la madre, puede verse involucrado en la pelea, puede ser utilizado como comodín para distraer la atención de uno de los padres..., en definitiva, este niño/a no dispondrá de un entorno y de unos padres que cubran sus necesidades y estén por él/ella porque, desgraciadamente, están inmersos en su conflicto, por lo tanto es un menor que no está preservado y que el hecho de vivir estas circunstancias tendrá consecuencias de diferente índole en su desarrollo.
Los padres son los referentes más importantes, los más próximos, los modelos que los hijos tienen desde el primer momento y de los cuales aprenden creencias, valores y pautas de relación con los otros. Por lo tanto, si un menor crece con unos referentes que utilizan la violencia, ya sea física o psicológica, para resolver sus problemas el menor aprende que esta es la manera y no tiene acceso a otras alternativas, si aprende que una mujer tiene que ser sumisa ante un hombre porque él es más poderoso así actuará, y este aprendizaje en los primeros años de vida es una impronta muy profunda, evidentemente que de adulto se puede modificar pero hará falta un reconocimiento y un trabajo personal, que a veces no todo el mundo está dispuesto a hacer. Hace falta que seamos conscientes y que los padres y madres tengan presente que todo acto tiene una consecuencia, por lo tanto, todo el que pasa dentro de un hogar familiar tiene un efecto en sus miembros, sea por acción u omisión.
A continuación os mostramos unos videos para evidenciar aquello que probablemente sabemos pero que a veces hay que recordar, cómo los hijos reproducen los modelos que tienen en casa:
Jugando a papás y mamás:
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Ventana externa
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Los hijos son el reflejo de los padres:
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Ventana externa
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Algunas de las consecuencias que los menores pueden sufrir a corto plazo y que nos pueden servir como indicadores para detectar la situación son:
Estos síntomas no son exclusivos de la violencia familiar pero sí pueden servir como indicadores para explorar que algo no va bien y, por lo tanto, hacer una detección lo más urgente y rápida posible, ya sea desde la escuela u otras personas de su entorno, y ya será un profesional experto quien lo pueda explorar detenidamente.
A largo plazo, estas consecuencias que empiezan en la infancia se van estableciendo y pueden dar lugar a diferentes problemas en la edad adulta, como baja autoestima e inseguridad, dificultades de vinculación con otras personas, conductas agresivas y/o pasivas, creencias distorsionadas sobre los hombres o las mujeres, repetición de pautas familiares, etc.
Como vemos, los efectos de vivir en un entorno donde hay violencia genera muchos desequilibrios en los menores, puesto que no tenemos que olvidar que ellos dependen de los adultos, son vulnerables y frágiles, y los adultos somos los responsables de proveerlos del mejor contexto posible, el cual tiene que cubrir lasnecesidades del niño, las necesidades más básicas como alimentación, hogar, ropa, y las emocionales, como proporcionarle seguridad, amor, respeto, cuidado, estabilidad, etc. Y queda claro que si en una familia hay maltrato del padre a la madre no se pueden cubrir adecuadamente las necesidades del menor.
- A nivel conductual: Absentismo escolar reiterado e injustificado; dejadez corporal y/o de vestimenta; entrar antes y salir tarde de la escuela; comportamiento antisocial, agresivo y destructivo; explosiones de llanto, etc.
- A nivel social: aislamiento social; peleas y discusiones frecuentes; aversión al contacto físico o a la interacción social con personas adultas; asumir un liderazgo déspota, etc.
- A nivel cognitivo: crisis del rendimiento escolar o mostrar unos resultados no coherentes con lo que se espera por edad y capacidades; dificultad de concentración; déficit de atención, etc.
- A nivel emocional: ansiedad/nerviosismo, irritabilidad, recelo, miedo a volver a casa, vigilancia, aislamiento, hostilidad, desconfianza, cansancio, desmotivación, inapetencia, pasividad, tristeza, depresión, baja autoestima, fluctuaciones del estado de ánimo, etc.
- A nivel fisiológico / somático: trastornos de la alimentación, del sueño, dolores y/o enfermedades frecuentes, retraso en el desarrollo físico, emocional, cognitivo y psicosocial.
Estos síntomas no son exclusivos de la violencia familiar pero sí pueden servir como indicadores para explorar que algo no va bien y, por lo tanto, hacer una detección lo más urgente y rápida posible, ya sea desde la escuela u otras personas de su entorno, y ya será un profesional experto quien lo pueda explorar detenidamente.
A largo plazo, estas consecuencias que empiezan en la infancia se van estableciendo y pueden dar lugar a diferentes problemas en la edad adulta, como baja autoestima e inseguridad, dificultades de vinculación con otras personas, conductas agresivas y/o pasivas, creencias distorsionadas sobre los hombres o las mujeres, repetición de pautas familiares, etc.
Como vemos, los efectos de vivir en un entorno donde hay violencia genera muchos desequilibrios en los menores, puesto que no tenemos que olvidar que ellos dependen de los adultos, son vulnerables y frágiles, y los adultos somos los responsables de proveerlos del mejor contexto posible, el cual tiene que cubrir lasnecesidades del niño, las necesidades más básicas como alimentación, hogar, ropa, y las emocionales, como proporcionarle seguridad, amor, respeto, cuidado, estabilidad, etc. Y queda claro que si en una familia hay maltrato del padre a la madre no se pueden cubrir adecuadamente las necesidades del menor.
Autora: Teresa Jounou
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