fuente Psicología y Terapias
En 1944, un año después de que Leo Kanner describiera el autismo, Hans Asperger, pediatra austríaco, publicó su tesis doctoral usando el término "psicopatía autística" para describir a cuatro chicos que demostraban un "patrón" de conducta caracterizado por falta de empatía y consiguiente escasa habilidad para armar relaciones de amistad, un retraso en la adquisición del lenguaje que lo agravaba y posteriormente cierto déficit en la comunicación y la interacción e integración social, a la vez que una intensa absorción por intereses especiales sobre objetos o temas infrecuentes que acentuaban una sensación de rareza.
Además presentaban movimientos torpes. A diferencia de su colega, que encontró que la condición autística era ominosa, la descripción de Asperger era la de niños más capaces, inteligentes, y que en general habían desarrollado su lenguaje, lo que hacía suponer que, pese a compartir ciertas características del autismo, podrían desarrollarse hacia logros adultos.
Asperger describe los rasgos autistas derivándolos de la noción de autismo de Bleuler como rasgo central del cuadro. Dice que se puede describir una tipología "autista" que se caracteriza por dificultades para el aprendizaje de habilidades prácticas y de adaptación social, rasgos que permanecen a lo largo del tiempo como una entidad.
Los niños que Asperger recibió en su consulta no establecían contacto ocular, no miraban fijamente a nada y su expresión era tensa y preocupada. Eran inexpresivos, tanto a través de la mirada como gestual-mente. A veces los niños no dejaban de moverse de un modo estereotipado. Uno de ellos estaba interesado en experimentos químicos y otro formulaba teorías para ciencias naturales. Otro, obsesionado con venenos, de los que tenía una colección y otro conocía muchísimo de maquinarias complejas.
Lo central para el psiquiatra vienes era la contradicción: ¿cómo reconciliar estas dificultades con sus relaciones con el ambiente con la especial claridad y brillantez que estaba implícita en los ejemplos propuestos?
La acotada descripción de Asperger fue rescatada y, como vimos, ampliada en perspectiva "dimensional" por Lorna Wing, quien en 1981 aplica el término "Síndrome de Asperger" a niños con caracteres parecidos a los descriptos por Hans. Estudia 35 casos, revisa sus síntomas y los incluye dentro del espectro autista. Desgraciadamente, Asperger falleció en 1980, de modo que nunca supo ni pudo opinar sobre esa condición que llevaba su nombre y que sería posteriormente expandida y reconocida mundialmente.
A ese reconocimiento, que se tradujo en una explosión estadística en la frecuencia de aparición del cuadro, contribuyó decisivamente un cambio sutil en el DSM. En su versión III encontramos aún incluida la categoría de psicosis infantil que. En 1994 desaparece del texto del DSM-IV. Así es como nos encontramos con dos sugestivas coincidencias. La primera es que la aparición en la clínica de niños diagnosticados con Síndrome de Asperger coincide con la desaparición paulatina de las psicosis infantiles. La segunda es que los síntomas en los que se pone el acento de modo creciente para diagnosticar Asperger en su versión expandida y dimensional no son tanto los descriptos por Hans allá lejos y hace tiempo, sino rasgos que hacen a la organización subjetiva del discurso, lenguaje, pensamiento y juego de esos niños, que antes de la aparición del DSM-IV hubieran llevado mayoritariamente el diagnóstico de psicosis infantil.
Dicho de otra forma, la existencia de un grupo de niños con inteligencia normal o a veces alta y déficit social severo pasó a ser cada vez más, de un modo acrítico, sinónimo de Asperger, que alcanza así una altísima tasa de prevalencia de entre 25 y 45 cada 100.000 habitantes.
Es decir que asistimos a un re-emplazamiento que es un desplazamiento categorial. Las nuevas palabras maestras ponen el acento en otro lado. Y arrastrados por la corrientes que definen el autismo como un trastorno del desarrollo con bases genéticas, estos niños tan asper0eriana-mente contradictorios quedan ubicados como padeciendo un trastorno del desarrollo, cuando de lo que se trata es de modalidades dificultadas de apropiación subjetiva.
Dentro de la clasificación del DSM se considera al SA como una forma leve de autismo, pues comparte las dificultades de interacción e integración social, también presenta patrones de comportamiento repetitivos y estereotipados, pero se diferencia del autismo pues hay sólo un leve retraso en la adquisición del lenguaje. En rigor, no hay distinción nítida entre este cuadro y lo que se suele llamar "autismo de alto rendimiento", un nombre más utilizado en países de lengua inglesa. Bajo una u otra denominación, lo que se describe no es el mismo grado de aislamiento, sino una forma de indiferencia aparente y distancia con aires de superioridad con respecto a los demás. Pero no siempre desinterés o un rechazo absoluto.
Algunos consideran que el Síndrome de Asperger no pertenece a la órbita del espectro autista. Tony Atwood, por ejemplo, cree que "técnicamente" lo es, pero piensa que no es una forma leve, sino una expresión distinta de la condición autista. Y cree que la connotación negativa del término autista lo perjudica, pues lo carga con una orla de vida sin sentido, de aislamiento y separación del resto de la sociedad.
Dentro de este cuadro se incluyen chicos y jóvenes en quienes las posibilidades de lazo social se ven interferidas por la falta de sensibilidad a los gestos, por la dificultad para establecer intereses compartidos y de cierto grado de déficit empático en la reciprocidad, en la complicidad para el disfrute compartido. En cuanto a sus clisés con respecto a intereses y actividades, suelen enfocarse sobre objetos que concitan un interés excluyente en su infancia y luego, de más grandes, sobre temas absorbentes relativos a las ciencias o la naturaleza, muchas veces algo excéntricos para el común de sus pares y que son memorizados de tal modo que los convierten en "enciclopedias ambulantes". Esta relación perfeccionista con el saber imprime rígidos rituales a la comunicación. El cuadro se completa con ciertos manierismos y torpeza motora gruesa y fina, por ejemplo para atrapar una pelota en el aire o para escribir. Déficit social, intereses focalizados, rutinas repetitivas, peculiaridades del habla, problemas en la comunicación y torpeza motriz definen entonces un cuadro. Sólo uno.
Algunos autores intentaron precisar criterios de inclusión en la nueva categoría. Así, Gilberg propone como rasgos centrales del cuadro el déficit social, los intereses focalizados, las rutinas, las peculiaridades del habla, las limitaciones comunicativas y hace énfasis en las dificultades motoras.
En este sentido, es ilustrativa la descripción de adultos que han sido diagnosticados como Asperger en su niñez. Ellos se presentan, de grandes, como inteligentes y con buen bagaje simbólico, pero se relacionen de manera algo extraña con otros adultos, aparecen socialmente incómodos y tímidos y muchas veces presentan un pensamiento ilógico. Lo que los acercaría a las formas desorganizativas del pensamiento, juego y lenguaje propias de las psicosis.
Jaume Guinot - Psicoleg col·legiat 17674
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