La vida está llena de elecciones que vamos tomando, algunas más conscientes que otras. Marcamos nuestro camino con nuestro andar y cada tanto paramos y nos damos vuelta para mirar hacia atrás, en perspectiva, lo que hemos recorrido. Algunas veces observamos ese camino con orgullo y otras con nostalgia, o incluso arrepentimiento por no habernos animado a jugarnos o a tomar otra decisión. Y es ahí en donde surge esa inquietante pregunta: ¿qué hubiera sido si…?, si hubiéramos actuado de tal manera o hubiéramos elegido algún otro camino. Nos vamos llenando de pensamientos, dudas, cargas emocionales innecesarias. ¿Por qué tendemos a aferrarnos tanto a las cosas, a los sentimientos, a las decisiones ya tomadas? ¿Por qué nos cuesta tanto desapegarnos y no podemos soltar esas mochilas pesadas que vamos cargando cada vez más sin darnos cuenta y que en definitiva dificultan nuestro andar y nuestro disfrute pleno de la vida?Mercedes Tavares
Junto con John Keats y Lord George Byron, Percy Shelley (1792-1822) fue uno de los grandes poetas ingleses del romanticismo. Ozymandias, uno de sus poemas más representativos, refleja las impresiones de un viajero que, en pleno desierto, se encuentra ante la derruida estatua de quien en vida fuera un hombre poderoso. En el pedestal se lee: "Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes: ¡Contemplad mis obras, oh poderosos, y desesperad! / No queda nada a su lado. / Alrededor de las ruinas de ese colosal naufragio, / infinitas y desnudas / se extienden las solitarias y llanas arenas". Poco importa cuánto acumulemos, parece recordarnos Shelley, a cuánto o a qué nos aferremos, finalmente el tiempo hará su trabajo y todo eso será arena.
Las abarrotadas mochilas del apego, de las cuales nos habla nuestra amiga Mercedes, nos impiden avanzar, hacen lento nuestro paso, nos mantienen anclados al pasado. Como bien reflexiona el maestro espiritual Ram Dass en Aquí todavía, conmovedor testimonio escrito tras haber estado al borde la muerte, nada tiene de malo recordar y valorar hechos y cosas del pasado (después de todo somos nuestro pasado), siempre y cuando la identificación con el mismo no oscurezca y dificulte nuestro presente. Podemos ser testigos lúcidos de todo aquello que ha sido parte de nuestra vida, pero es inútil el intento de perpetuar cada instante pretérito. Y acaso la pretensión del apego sea, justamente, la de detener el tiempo. Esa ilusión nos susurra que si no soltamos un determinado objeto, si no decimos adiós a aquella situación, si no nos despedimos de quien ya nos dio lo que podía y tenía, si no nos movemos de donde estamos, habremos logrado eso: detener el tiempo. Pero el tiempo sigue su marcha y lo que en verdad conseguimos es permanecer en él con un pasado no resuelto. Esos asuntos inacabados impiden que se abran nuevos horizontes y que podamos internarnos en ellos.
Las personas emocionalmente maduras, dicen Serge y Anne Ginger en "La Gestalt, una terapia de contacto", registran cuando sus necesidades han sido atendidas y sueltan a la fuente que las proveyó de manera que pueden continuar adelante con su camino. Completan así el ciclo de contacto y retiro, uno de los tantos que hacen girar la rueda de la vida. Ése es el mecanismo por el cual se autorregulan todos los organismos vivientes.
Identificar la necesidad dominante en cada momento, elegir la mejor opción para satisfacerla, retirarse y quedar abierto y disponible a la aparición de una nueva necesidad, significa digerir las experiencias, incorporarlas y hacer de ellas factores de crecimiento y no de estancamiento, explican los Ginger. A su vez, Ram Dass propone agradecer (de palabra, de pensamiento, a través de un pequeño ritual o mediante una visualización en la cual vemos desprenderse las hojas de un árbol antes de que lleguen nuevos brotes) a aquellas cosas, situaciones o personas que fueron parte de nuestra vida, para desatascar a la mente del punto en quedó estancada y "sentirnos más libres y más vivos."
Sin duda, muchas veces pudimos haber actuado de otra manera, pero accionamos del modo en que lo hicimos y esta es la verdad de nuestra vida, la razón de nuestro ser actual. La pregunta para responder no es "Qué otra cosa pudimos haber hecho entonces" o "Qué hubiera pasado sí.". La pregunta que cuenta es qué haremos hoy y cómo lo haremos. Se trata de observar el pasado, sin ira y sin autocompasión, con la perspectiva del presente, y no de enterrar el presente en el pasado. Así se aligera el peso de la mochila y se hace posible seguir andando.
Sergio Sinay
Via: http://www.lanacion.com (segun reclamacion recibida nos indican que es de fuente "http://www.gestalt-terapia. es/ así que dejo las dos fuentes)
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