De esta manera, el auge del modelo biomédico en salud mental ha ido acompañado de la expansión en el uso de fármacos psiquiátricos, cuya utilización se ha extendido de manera exponencial durante los últimos 30 años. Sin embargo, según apunta B.J. Deacon, a pesar de la fe generalizada en el potencial de la neurociencia para revolucionar la práctica en salud mental, la era del modelo biomédico en salud mental se ha caracterizado por una falta de innovaciones clínicas y por unos resultados desfavorables. Además, el paradigma biomédico ha afectado profundamente a la psicología clínica, con la adopción de la metodología de ensayos clínicos en la investigación en psicoterapia, que -si bien ha estimulado el desarrollo de tratamientos psicológicos empíricamente validados para numerosos trastornos mentales-, ha dejado de lado el estudio de los procesos de los tratamientos, dificultando la innovación en los tratamientos y su difusión, y dividiendo el campo de la salud mental entre la ciencia y la práctica profesional.
En el artículo, J.B. Deacon desglosa algunas de las creencias asociadas al modelo biomédico en salud mental, contrastándolas con los datos disponibles. Según este autor, estas son las falsas creencias que acompañan al modelo biomédico en salud mental:
Creencia 1: Los trastornos mentales son enfermedades cerebrales causadas por el desequilibrio de los neurotransmisores, anormalidades genéticas y defectos en la estructura y funciones del cerebro.
Hecho: Los científicos no han identificado una causa biológica, ni siquiera un marcador biológico inequívoco, de ninguno de los trastornos mentales.
Creencia 2: La medicación psicotrópica funciona mediante el reajuste de los desequilibrios en los neurotransmisores responsables de la enfermedad mental.
Hecho: No existe evidencia concluyente de que los trastornos mentales sean causados por un desequilibrio químico, o de que los fármacos funcionen corrigiendo dichos desequilibrios.
Creencia 3: Los avances en neurociencia han dado paso a una nueva era de fármacos más eficaces y seguros.
Hecho: Los fármacos psiquiátricos modernos no son, a grandes rasgos, ni más seguros ni más eficacesque los descubiertos casualmente hace medio siglo.
Creencia 4: La psiquiatría biológica ha hecho grandes progresos para la reducción de la carga de las enfermedades mentales en el mundo.
Hecho: Los trastornos mentales se han vuelto más crónicos y graves, y el número de personas con discapacidad asociada a sus síntomas ha aumentado de manera constante en las últimas décadas.
Creencia 5: Educar a la sociedad sobre la idea de que los trastornos mentales tienen su origen en causas biológicas reduce el estigma asociado a la enfermedad mental.
Hecho: A pesar de que la sociedad ha aceptado ampliamente la idea de que los trastornos mentales tienen un origen y tratamiento biológico, los problemas de estigmatización no han mejorado e, incluso, se están agravando.
Creencia 6: Una mayor inversión en investigación en el campo de las neurociencias permitirá desarrollar tests diagnósticos basados en componentes biológicos y tratamientos farmacológicos curativos (no sólo paliativos).
Hecho: La industria farmacéutica ha reducido drásticamente sus esfuerzos en desarrollar nuevos fármacos, debido a la falta de dianas moleculares prometedoras capaces de incidir sobre los trastornos mentales y al fracaso constante de los nuevos compuestos en demostrar su superioridad frente al placebo.
Tras la revisión de los estudios científicos publicados, Deacon concluye que, a la luz de los resultados, los "frutos de la revolución biomédica en salud mental" se traducen en un fallo en la identificación de las bases biológicas de los trastornos mentales, en la promoción de desequilibrios bioquímicos infundados, en su fracaso para reducir el estigma, en la falta de innovación y en pobres resultados a largo plazo de los tratamientos farmacológicos, unido a un incremento en la cronicidad y severidad de los trastornos mentales. Por todos estos motivos, insiste el autor, en la necesidad de sentar las bases para que la comunidad científica establezca un diálogo abierto sobre la salud mental, que permita avanzar, de una vez, hacia nuevos modelos y tratamientos.
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