La línea sutil entre el perfeccionismo patológico y el perfeccionismo sano

¿Intentas dar siempre lo mejor de ti en cada área donde te desenvuelves? ¿Cada vez que decides enfrentar una tarea, te comprometes al 100%? Si la respuesta es afirmativa probablemente eres un perfeccionista pero esto necesariamente no es negativo ya que precisamente estas son las facetas más positivas del perfeccionismo sano.

Lo cierto es que aunque siempre se habla del perfeccionismo patológico que se convierte en una barrera para lograr nuestros objetivos, también existe un nivel de perfeccionismo saludable que nos ayuda a crecer y a obtener mejores productos de las tareas que emprendemos.

No obstante, en muchas ocasiones la línea que separa el perfeccionismo sano del patológico es muy sutil y puede atravesarse en cualquier momento. Por ejemplo, comprometernos al máximo en situaciones que no son suficientemente importantes o que no responden a nuestros objetivos esenciales en la vida puede causar un enorme desgaste a nivel psicológico y físico. Por otra parte, pretender la perfección en cada tarea que emprendemos es exigirnos demasiado y someternos a una presión innecesaria.

Entonces, ¿cómo alcanzar el perfeccionismo sano sin caer en lo patológico?

El perfeccionismo está caracterizado por dos aspectos esenciales, el primero de ellos hace referencia al desempeño prefijado. Existe una gran diferencia entre intentar dar el máximo de sí y proponerse a toda costa dar el máximo de sí. En el primer caso la persona se plantea un objetivo que intentará cumplir (y esto, obviamente, puede causarle un mayor o menor nivel de estrés) pero lo importante es que generalmente este objetivo es fruto de una decisión meditada. Por ejemplo, intentamos dar lo mejor de nosotros en un proyecto porque este es importante para obtener un ascenso. En el segundo caso la persona simplemente quiere hacer las cosas de un modo determinado, sin atender a razones, es como si para ella el perfeccionismo fuera el único camino posible.

El segundo aspecto que caracteriza y distingue los tipos de perfeccionismo es la reacción ante el resultado final. Siguiendo con los ejemplos anteriores, obviamente, no lograr la perfección que nos propusimos puede afectarnos pero de manera diversa. El perfeccionista funcional es capaz de lidiar con el fracaso, sabe que la imperfección es una posibilidad y como tal, la asume. Al final, incluso es capaz de resaltar los aspectos positivos del trabajo.

Al contrario, el perfeccionista patológico es incapaz de lidiar con el error y el fracaso. Pero curiosamente, las ideas de fallo rondan continuamente su mente creando un ambiente de trabajo muy estresante. Cuando el perfeccionista patológico comete un error o su trabajo es imperfecto, simplemente se autoflagela y no es capaz de apreciar los logros alcanzados.

Así, en el perfeccionismo patológico se parte de antemano con una gran dosis de tensión y miedo relacionadas con el fracaso y a la persona le resulta casi imposible asumir de una forma sana la derrota.

Este extremismo en la forma de enfrentar las cosas es otra de las diferencias fundamentales entre ambos tipos de perfeccionismo. El perfeccionista sano tiene una manera más realista de ver las cosas, desea la perfección pero es capaz de valorar las tonalidades. Al contrario, el perfeccionista disfuncional tiene un pensamiento del tipo "todo o nada", una forma de pensar tan dicotómica que le impide aprender de los errores y no le permite apreciar las cosas de forma realista.

Finalmente, otro aspecto al cual debemos estar atentos son las motivaciones que conducen al perfeccionismo. En muchas ocasiones el perfeccionista patológico está realmente motivado por su desempeño social; es decir, comprende el mundo como si participara en una competencia y se mide continuamente con los otros en la búsqueda perenne de ser superior y alcanzar el reconocimiento por esto.

En síntesis, es positivo enfrentar las tareas de la vida con pasión e intentar dar el máximo en ellas cuidando que el producto sea lo más perfecto posible pero debemos estar atentos a no sobrepasar la línea divisoria y no caer en lo malsano. Poniéndolo en palabras claras a partir de la foto que da inicio al artículo: es bueno mantener un césped bello y cortado pero este no tiene que ser perfecto.


Jaume Guinot - Psicoleg col·legiat 17674
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