Pediatras y psicólogos deberíamos conformar la dupla necesaria y vital de consulta en los tiempos de la infancia y la niñez, realizando intervenciones en salud y no sólo cuando se ha instalado un síntoma, una enfermedad. En tiempos de la infancia y la niñez, la intervención temprana es una de las herramientas más valiosas para la prevención; no obstante, diversos factores pueden influir para que los padres o familiares cercanos a un niño no consideren a la psicología como una disciplina a la que acudirían de igual manera que lo hacen al asistir al pediatra, neurólogo u otros profesionales del ámbito médico. Es preciso destacar que el psicoanálisis que aborda los tiempos de la infancia, la niñez y adolescencia, se sostiene con un cuerpo teórico y clínico específico, distinto y suplementario a los presupuestos del psicoanálisis clásico de adultos, ya que desde la exclusividad de éste, no es posible entender la complejidad de lo que sucede con aquellos (infante, niño, adolescente). El psicoanálisis que se acerca al niño se diferencia del que a partir del adulto reconstruye el niño que fue. La clínica con niños está junto a un niño que nos dice por sí mismo cómo es su niñez, lo mismo acontece con los adolescentes. Es necesario dejar en claro que el saber con el que se contaba antes de la emergencia del psicoanálisis con niños no alcanzaba para comprender la psicopatología de la niñez, menos aún para entender cómo un niño llega a apropiarse de su ser, de aquello que preferimos llamar su subjetividad. Seguramente podríamos afirmar, con cierta certeza, que ante la presencia de una molestia o dolor que un bebé o niño presentara en su organismo, los padres no dudarían en acudir a la consulta con el pediatra; si el dolor persistiera, la preocupación generaría una nueva consulta y así hasta que el alivio aconteciera. ¿Por qué esa batería, esa red de búsqueda e interconsulta frecuentemente no incluye a la psicología? Destaco una especificidad propia de la infancia para alejar cualquier duda "adultocentrista", pensemos cómo ciertas patologías son propias de los inicios de la vida y no suceden en ningún otro momento. Es, precisamente, dicha especificidad la que nos ha permitido acercarnos a entender los procesos asociados al uso de sustancias tóxicas (adicciones), la vivencia atroz del cuerpo con agujeros, al que se lo intenta restituir a través del consumo. Cuerpo abierto, desgarrado, desubjetivado; experiencia también presente en los trastornos de la alimentación. El acercamiento al estudio del niño con autismo, la consideración del uso de los "objetos duros de sensación" con los que intenta armar fallidamente una superficie continua de cuerpo, una coraza que los proteja de los estímulos del medio que los rodea, nos lleva a comprender cómo su uso masivo aleja al niño como al adicto a las relaciones con los otros y con el mundo que lo rodea. Es importante marcar que un psicoanalista de niños no sólo trabaja con niños, por el contrario para poder trabajar con niños y adolescentes tiene que conocer y haber trabajado con adultos, por lo tanto aquí una inflexión: No todo psicoanalista que trabaja con adultos trabaja con niños, pero quien trabaja con niños tiene que saber trabajar con adultos. Escribe: Juan Carlos Fernández-Psicólogo
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