¿Qué puede aprender la economía de la psicología?

Del "homo economicus" al "animal creyente". En busca de "la buena sociedad".

La poderosa fuerza del comportamiento irracional.
Los mercados se asemejan a rebaños de ovejas que, presas por el pánico, se precipitan hacia el barranco -poniendo en peligro la riqueza de las naciones; si de ellas queda algo más que los símbolos locales. ¿Qué muestra ésta imagen? El error de los que diseñan la política económica: presuponen la existencia de un homo oeconomicus que, ahora, no es menos fantástico que el unicornio mitológico.
Animal Spirits, escrito por George Akerlof y Robert Shiller, con un sugestivo subtitulo: ¿cómo la psicología humana impulsa la economía?, deja de suponer la existencia de un bípedo que tomadecisiones optimizando los resultados -capaz de actuar de forma racional. De una especie de "fe ciega" en que el precio de la vivienda no podría bajar, se ha pasado en lo opuesto, el desplome de los mercados financieros arrastra consigo toda la economía nacional. EnIrrational Exuberante, escrito por Robert Schiller, alertaba del juego de la confianza que permitía endeudarse sin límite, prestar dinero seguro que este no se devaluaría jamás, etc.
La noción de "animal espiritual" fue usada por Keynes en 1936, en medio de otra brutal crisis económica. Los esquemas convencionales de los análisis macroeconómicos señaló omiten hechos observables o ignoran categorías como la confianza, la ansiedad o las creencias. Peter Orszag, asesor económico de Barak Obama, elogiaba el libro: "son las ideas que podemos aplicar a las grandes áreas que debemos cambiar". Akerlof y Schiller no son pesimistas; proponen, a partir del hombre de carne y hueso, volver a diseñar las políticas: utilizar la fuerza que tiene la descubierta "ciega fe" para lograr los grandes cambios que exige la crisis.
Utilizar las palancas de las creencias. Por unas "políticas blandas".
Tras una larga reunión en el Ministerio de Economía de Argentina, hace unos años, fui al lavabo. No había letreros, ni advertencias que obligara hacer un uso higiénico de los urinarios masculinos. Tan simple como una alfombrilla verde, con una portaría y una pequeña pelota invitaba a apuntar -de forma inconsciente- dentro de la portería.
¿Quería mostrar el Ministerio de Economía que no suponía un racional "homo económico" -que necesita incentivos? ¿Había comprendido la fuerza de las "políticas blandas", lograr profundos cambios del comportamiento utilizando la fuerza del "hincha" futbolero que llevamos dentro?
Daniel Kahneman, profesor emérito de psicología en la Universidad de Princeston,  obtuvo el premio Nobel de economía el año 2002. En 2011 publicó Thiking Fast and Slow (Pensar rápido y lento). New York Times publicó un extracto (http://www.nytimes.com/2011/10/23/magazine/dont-blink-the-hazards-of-confidence.html?_r=1&ref=magazine), elogia los lucidos ejemplos que ilustran los errores de los gobiernos en su lucha contra el desempleo y por reactivar la economía al no tener en cuenta la psicología.
Cass Sunstein es jefe de la Oficina  de Información y Reglamentación de la Administración de Barack Obama. Con Richard Thaler publicaron Nudge, un libro que popularizó la "economía del comportamiento". Demuestra que la gente escucha antes su estomago que los criterios racionales en la toma de decisiones. ¿A qué conclusión llegan? Lo que hace ineficiente el mercado no es la excesiva regulación, el déficit está en que el diseño de las normas no obedece a la "razón del estómago" o del "hincha que llevamos dentro".
¿En qué se fijan los gobiernos para tomar decisiones?
Para Stuart Capstick, investigador en la Facultad de Psicología de la Universidad de Cardiff, una dificultad para la lucha contra el cambio climático es que está muy alejada de la experiencia personal. Vincular el consumo a una "huella de carbono" permite hacer más transparente este vínculo personal con el cambio climático.
La crisis ha traído un desplome de las emisiones de CO2, mucho mayor que la caída del PIB o la caída del consumo energético. Las políticas se habían orientado a una reducción de intensidad energética por unidad de producción y a una generación energética baja en carbono. ¿Y la capacidad de influir sobre el comportamiento? Ni se pretende. Las políticas energéticas presuponen una Business as Usual ("todo va a seguir igual"); en contra de la lógica, la evidencia y el mínimo sentido común se considera que el consumo energético va seguir creciendo indefinidamente.
Se trata de una ceguera cultural impide reconocer que los patrones de consumo han cambiado por completo. Las políticas eran mancas para gestionar la demanda, sólo han actuado sobre la oferta con miseros resultados. Lo que evidencia la falsa percepción que las políticas públicas tienen de sí mismas; despreciando la fuerza de las "creencias" como la palanca de los cambios culturales.
Políticas blandas de cambio climático: créditos personales de carbono. 
La Universidad de Oxford lleva años analizando "políticas blandas" como palancas para este cambio. La "huella de carbono" es el medio para canalizar este cambio cultural. Afloran cuestiones como: ¿qué es más sostenible, comer tomates locales de invernadero –con gasto energético-, o tomates importados –con gasto energético en el transporte? Pensemos un país nórdico. La repuesta es volver al sabor de remolacha y rábanos de temporada. O, qué es más sano y ecológico, ¿la leche de vaca o la de oveja? La cesta de la compra ha bajado el consumo de carnes rojas, han aumentado las verduras y las legumbres. Una dieta mucho más sana y económica.
El consumidor ha cambiado a ciegas sus patrones de consumo. No hay señales que le oriente hacia un consumo más sostenible, más sano y más económico. lo que muestra es la escasa atención prestada a los elementos relevantes en el comportamiento. Los incentivos económicos acaban en la contabilidad, pues no afecta a los valores culturales. Deberíamos prestar más atención al diseño de las políticas: qué elementos tienen influencia en la transmisión de valores.
David Miliband impulsó -sin la complicidad de Gordon  Brown- utilizar unas "raciones" personales de carbono. Por cierto están más vinculadas al "animal espiritual" que al homo economicus. Una potente combinación que aúna incentivos económicos, psicológicos y sociales. Nick Eyre y Yael Parag analizaron las barreras para que unas políticas así tengan sitio en una arena política dominada, lamentablemente, por el temor de los votos (http://www.eci.ox.ac.uk/publications/downloads/howell09crags.pdf).
Dar en la tecla de la psicología del comportamiento permitiría una reorientación de toda la política. Existe una espesa literatura sin lectores. Aceleraría la implantación de una economía "hipocarbonizada": reactivaría la economía y generaría empleos, siendo un trampolín político.
Asimetrías e ineficiencias del mercado.
Queremos cambiar el mundo y ni siquiera somos capaces de cambiar de compañía distribuidora de electricidad. Muchos ni siquiera saben que lo pueden hacer, y quien lo sabe, no utilizar el poder de hacerlo. Son ejemplos de decisiones estúpidas tomadas contra de nuestras convicciones. ¿Qué barreras impiden tomar este tipo de decisiones "correctas"?
Lo que ha fallado en la economía no es el alternador, como pensaba Keynes: el motor volvería arrancar en cuanto fuera empujado; lo que falla es el motor, como señaló Pigou: la divergencia entre los "costes privados" y los "costes sociales", el incrementos insostenible de las externalidades.
Keynes pensaba que basta con un tipo de intervención macroeconómica, reducir tipos de interés y aumentar el déficit, para que el motor volviera a ponerse en marcha. En 1939 se planteó la necesidad de controlar precios: controlar el consumo agregado con "cupones de racionamiento" -garantizando el acceso equitativo a bienes comunes básicos. Se trata de evitar la caída del poder adquisitivo por la elevación de precios ante la presión sobre vienes escasos del consumo. ¿Como restringir, por ejemplo, el derecho a volar? Reduciendo la demanda al aumentar el precio, al incorporar un coste de CO2, supondría un expropiación de un derecho, restringiría el acceso a un bien común a rentas altas. Es más justo y equitativo garantizar el acceso mediante cuotas sin efectos inflacionistas de los impuestos.
No proponemos regresar al año 1939. Desde 2005 las empresas tienen "raciones" de carbono. La pregunta es: ¿qué impedimento existe para que no sean los ciudadanos quienes gestionen sus "raciones"? ¿Qué es más eficiente, gestionar mis "raciones" o que sean gestionadas por el "presupuesto del estado"? Resultaría absurdo que el gobierno dictara normas de como he de gastar mi dinero. Estamos planteando un tipo inusual de intervención del estado en el mercado, de control y ajustes que corrijan las irracionalidades exuberantes. La tragedia es que el mercado sea el que distribuye los bienes comunes (good common) .
Good governance, good society.
A diferencia de 1939, el reto y desafío actual es que las cuotas personales sirvan para abrir las puertas a productos y servicios con "hipocarbono". Dejar de medir el bienestar por el consumo de energía para medirlo por el uso eficiente de esta. Una escasez, que no es ficticia, sino real. El precio de la energía, si muestra la escasez, alcanzaría niveles prohibitivo; atacar el problema "raciones" restringe la demanda para impulsar un cambio cultural.
La estrategia del Business as Usual puede parecer racional, en cambio, en el pasado ha conducido a sociedades a ecocidios. Felipe III no murió por una fiebre, sino por sus convicciones culturales; exigía que nadie excepto el encargado del brasero pudiera apartar éste, antepuso sus convicciones culturales a su supervivencia lo que provocó la fiebre mortal. Es sea estrategia de "seguir igual", si falta petróleo ponemos unas gotas de eficiencia energética y renovables para seguir pegados al brasero.
Un good governance prevé criterios de transparencia, el rendir cuentas, la responsabilidad, la participación, etc. ¿Por qué esos mismos criterios no se aplican con la "buena sociedad"? No funciona, desde el punto de vista psicológico, exigir renuncias sin percibir los efectos positivos del esfuerzo. Para lograr esa cooperación local es necesario algo más que los incentivos económicos individuales, aquí debemos descubrir el zoon politikon. Recontar una profunda implicación colectiva en los grandes retos y desafíos. Una ciudadanía guiada -no dirigida- está creando cooperativas locales de energía, que impulsan una revolución energética desde abajo, un modelo económico más libre y creativo. Eso significa unir demos y polis en la good policy.

Jaume Guinot - Psicoleg col·legiat 17674
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