Para lidiar con la vida de forma positiva es necesario tener una reacción flexible ante sus altos y bajos. Sin embargo, en muchas ocasiones esta flexibilidad se encuentra empañada por las emociones. Y es que reaccionamos de manera diferente ante los problemas en dependencia de cuán intensas sean nuestras emociones.
Ahora un nuevo estudio desarrollado en la Universidad de Stanford brinda nuevas luces sobre cuál es la mejor estrategia para lidiar con las emociones cuando debemos enfrentar un problema. En esta investigación se halló que cuando las personas experimentan emociones negativas muy intensas tienden a apartar su atención de las mismas mientras que si estas son de menor intensidad, reflexionan una y otra vez sobre las emociones intentando neutralizarlas.
Las emociones son muy útiles. Por ejemplo, el miedo es una señal de alarma que nos active desde el punto de vista mental y físico y nos prepara a huir de un posible peligro. Sin embargo, en algunas ocasiones se convierten en un problema que conducen a la depresión o la ansiedad. Afortunadamente, tenemos la potencialidad de "ajustar" nuestras emociones.
Analizando el comportamiento y las técnicas de enfrentamiento de miles de personas, estos investigadores llegaron a la conclusión que la mayoría nosotros utilizamos fundamentalmente dos técnicas: la distracción o la reevaluación de la situación. Por ejemplo, si estás esperando en el salón del dentista y te sientes invadido por un sentimiento de temor y ansiedad, probablemente intentes distraerte leyendo alguna revista que se encuentre a mano o conversando con la persona más cercana. De esta forma logramos que nuestras emociones no se salgan de control y es una estrategia que ponemos en práctica de manera más o menos consciente.
En este experimento los investigadores entrenaron a los participantes en las dos técnicas más usadas para enfrentar las emociones negativas: la distracción y la reevaluación. Posteriormente los enfrentaron a imágenes que producían emociones de baja intensidad como la de una serpiente que reptaba por el césped o imágenes más intensas como la de una serpiente con la boca abierta en actitud de morder.
En otro experimento a los participantes se les dijo que se le darían pequeños corrientazas pero a un grupo se le dejó entrever que estas descargas serían de baja intensidad mientras al otro se les dijo que serían un poco dolorosas. Así se aumentaba el nivel de ansiedad.
En ambos experimentos, cuando las emociones negativas tenían una intensidad baja, las personas prefirieron optar por reevaluar la situación, analizando todos los factores intervinientes y diciéndose a sí mismos que esta no era tan negativa. Sin embargo, cuando las emociones eran demasiado intensas todos prefirieron la distracción.
Este primer acercamiento a las formas que tienen las personas sanas de lidiar con la realidad y las emociones es fundamental ya que a partir de la misma se pueden establecer nuevas líneas terapéuticas. De hecho, recientemente han surgido muchas dudas sobre la funcionalidad de la acción psicológica (sobre todo grupal) ante situaciones de crisis. Así, en los últimos años se puede apreciar un acercamiento cada vez mayor de las técnicas psicológicas a estrategias menos elaboradas y siempre más funcionales y naturales.
Fuente:
Sheppes, G. et. Al. (2011) Emotion Regulation Choice. Psychological Science.
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