Cuentos de tolerancia.

Antonio no podía oír nada. Era un niño normal en todo, pero había nacido sordo. Era muy conocido en el pueblo, y todos le trataban con mucho cariño, pero a la hora de la verdad, no le tenían muy en cuenta para muchas cosas.
Los niños pensaban que podría hacerse daño, o que no reaccionaría rápido durante un juego sin oír la pelota, y los adultos actuaban como si no fuera capaz de entenderles, casi como si hablaran con un bebé.
A Antonio no le gustaba mucho esto, pero mucho menos aún a su amigo Manuel, que un día decidió que aquello tenía que cambiar. Y como Manuel era el hijo del alcalde, convenció a su padre para que aquel año, en honor de Antonio, dedicaran un día de las fiestas a quienes no pueden oír, y durante 24 horas todos llevaran unos tapones en los oídos con los que no se pudiera oír nada.
La idea fue muy bien recibida, porque todos querían mucho a Antonio, que durante las semanas previas a las fiestas tuvo que aguantar bastantes miradas de lástima y sonrisas compasivas. Y el Día del Silencio, como así lo llamaron, todos fueron a ponerse sus tapones con gran júbilo y alegría. La mañana estuvo llena de chistes, bromas y risas, pero según fueron pasando las horas, todos comenzaron a ser conscientes de las dificultades que tenían al no poder oír.
Pero todo lo que aprendieron sobre lo difícil que era vivir así, no fue nada comparado con el gran descubrimiento del día: ¡Antonio era un fenómeno! Como resultaba que ya nadie se fijaba en su sordera, aquel día Antonio pudo jugar a todo como cualquier niño, y resultó que era buenísimo en casi todo. Y no sólo eso; Antonio tenía una mente clara y ágil y aquel día, como nadie tenía la prisa habitual, todos pudieron atender a Antonio, que era quien mejor se expresaba por gestos.
Y todos quedaron sorprendidos de su inteligencia y creatividad, y su facilidad para inventar soluciones a casi cualquier problema. Y se dieron cuenta de que siempre había sido así, y que lo único que necesitaba Antonio era un poco más de tiempo para expresarse bien.
Así que el Día del Silencio fue el del gran "descubrimiento" de Antonio, porque había que dar a todos la oportunidad de demostrar lo que valían. Y para que otros aprendieran la misma lección, desde aquel día, cada vez que alguien visitaba el pueblo le recibían con gran alegría, poniéndole un lindo gorro de Bienvenida con el que no se podía oír nada.
de Laura Pyllman

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