La palabra –aceptada por la Real Academia Española– proviene del noruego troll que designa a ciertos gigantes malignos que viven en los bosques, según las mitologías escandinavas. En la sociedad actual del internet y desde otra etimología, el término alude a las personas que por iniciativa propia o por encargo escriben mensajes desagradables en las redes o en los foros de internet, para molestar y hostilizar a otros. Esto incluye a los acosadores de periodistas y columnistas de cualquier medio. En mi pequeña experiencia con troles, he creído advertir los siguientes rasgos comunes a ellos:
Primero, el anonimato. Escogen seudónimos o siglas detrás de los que se esconden para eludir responsabilidad o acción judicial. El "troleo" es terrorismo cibernético para el cual todavía no hay tipificación penal clara, ni protocolos de investigación para identificarlos que sean de fácil acceso para los ciudadanos comunes.
Luego, su escritura. Escriben todo su texto en mayúsculas y a veces con letras de mayor tamaño, como si esa fuera la dimensión que le dan a sus "ideas", o para connotar que nos las están gritando. A veces usan las minúsculas y las comillas para citarnos y ridiculizarnos, como consecuencia de lo anterior.
Se erigen en "vigilantes" de los otros desde sus atalayas u observatorios cibernéticos. Se atribuyen esa función porque están convencidos de su superioridad moral, ideológica e intelectual. Convierten al internet y a los medios en el "panóptico del siglo XXI" para vigilar y castigar, como analizaba Michel Foucault en su clásico libro.
El uso generoso de los insultos y las amenazas cumplen la función de intimidación con la que parecen gozar. Si obtienen una respuesta equivalente del agredido, ellos habrán ganado porque así logran que el otro renuncie a su discurso y descienda a su mismo nivel que es el del antipensamiento, donde el trol es un campeón.
El uso de las amenazas judiciales parece otorgarles una respetable apariencia de legítimos contradictores ideológicos del acosado. Pero los delatan algunos de los rasgos anteriores, y sobre todo el carácter radical, incuestionable y absoluto de su discurso. Algunos troles comparten con los paranoicos su delirante convicción de certeza y su pasión por "La Verdad Una Sola y Toda".
Pese a su incrustación en la sociedad cibernética actual, el "troleo" es asocial y antisocial. Su ataque al pensamiento y la palabra rompen con la función de lazo social que tiene el discurso. Desde su fantasía de omnipotencia y control, su propósito no es crear relaciones sino desarticularlas.
Como consecuencia de lo anterior, y aunque no conozco cara a cara a ninguno, quizás para algunos de ellos el "troleo" equivale a una satisfacción onanista. Aunque sean asalariados y actúen al lado de otros para algún poder, su ganancia de placer es autoerótica.
Siempre nos tutean y a veces nos ofrecen la condescendiente oportunidad de "rectificar". Su posición de perdonavidas reposa en la distancia y el anonimato que impedirán una verdadera confrontación intelectual o física con su acosado. En realidad, el "troleo" es cobardía esencial.
Antes yo pensaba que no valía la pena responderles y los ignoraba. Ahora creo que hay que contestarles y yo lo hago en mis términos, no en los suyos.
fuente: eluniverso.com
Jaume Guinot - Psicoleg col·legiat 17674
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