Dice la sabiduría popular: cuando el sabio apunta al cielo, el tonto mira al dedo. Por algo se empieza. Y es que cuando algo duele o molesta, es difícil mirar en otra dirección. Uno puede hacerse el tonto. Un tiempo al menos. Pero la molestia insite y si no es atendida buscará nuevas estrategias para presentarse, en formas y colores diferentes, una vez, y otra… y al final… pues acabamos yendo al psicoterapeuta a ver si nos lo arregla. Y ahí empieza un camino de incierto destino en el que ambos, paciente y terapeuta, se embarcan en una relación interesante.
El primer contacto con las personas que vienen a consulta es un momento especial. Ir al encuentro de un desconocido, a hablarle de nosotros y de nuestro sufrimiento no es cualquier cosa. Es fácil estar defendido, asustado, dubitativo, resistente, esperanzado, expectante, enjuiciador… A veces se busca a alguien que nos confirme que todo va bien. Que no hay nada que cambiar. Que ya pasará. En ocasiones se busca a un amigo, un coleguita con el que pasar el rato y dejar las cosas como están. De vez en cuando se ansía encontrar a un salvador: alguien que tenga la respuesta a lo que me pasa.Con frecuencia más que a un terapeuta se busca a un mecánico: "Aquí le dejo mi coche. Échele un vistazo y dígame que tiene, cuánto cuesta y cuánto tiempo necesita para arreglarlo"
Pero claro, la cosa no va así en lo subjetivo. Porque siguiendo con la metáfora, cada coche es diferente. Y este mecánico no puede llegar más allá de dónde usted permita. No hay llave inglesa que abra el corazón de un ser humano. El asunto es muy distinto en esta situación. Se trata de aprender a ser el mecánico de uno mismo, a escuchar el ruido del motor y probar qué sucede si en lugar de tomar las curvas de esta manera lo hago de esta otra… con atención y escucha interna… y atreverse a cuestionarse un poquito (o un muchito) a uno mismo. Por lo que el terapeuta se re-convierte en alguien que sabe de su propio coche… que se ha dejado acompañar y ha acompañado a algunas personas en su propio proceso de transformación
Así que el punto de partida es: no sé nada de ti. Y mucho menos de lo que va a pasar en el futuro. Pero si quieres, puedo acompañarte un rato y me cuentas cómo funcionas. De acompañar, algo si sé. Ni puedo ni quiero conducir tu coche. Porque confío en que tú sabes conducir. De ti depende recordar cómo.
Adriana Reyes-670563698- adriana@psicologiagranollers.com
Psicóloga Col.19.831- Psicoterapeuta Gestalt
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