Sólo nos desarrollamos con plenitud cuando cultivamos, tanto nuestra individualidad como nuestra capacidad de relacionarnos. A lo más poderoso de la psicología se lo llamó desde siempre Dios. Se crea o no en éste siempre aparece la palabra Dios en la lengua. Sin embargo Dios suele ser lo contrapuesto a las personas y se lo diferencia expresamente de ellas. El amor, con todo, es algo común a ambas partes.
El amor es siempre un problema, con independencia de la edad de la persona con quien se trate.
A pesar de que hablar de este problema, es hablar del más importante de la vida. Sin embargo, hablar de lo más trascendental es también una de las cosas más absurdas. Frente a ello se tiene un recelo muy natural, una especie de veneración, como la que nos inspiran las cosas grandes y fuertes. Como una montaña grande que se sigue elevando precisamente cuando creemos haberla casi escalado.
El amor es también, eminentemente un problema individual. Empero, es la incapacidad de amar la que roba al hombre sus posibilidades. Este mundo solamente es vacío para aquel que no sabe dirigir su libido a las cosas y personas para hacerlas vivas y bellas. Lo que nos obliga a crear un sustituto a partir de nosotros mismos no es la carencia exterior de objetos, sino nuestra incapacidad de abrazar amorosamente algo que esta fuera de nosotros.
Una parte del alma quiere, sí, el objeto externo, pero otra quiere retroceder al mundo subjetivo desde el cual hacen seña los palacios aéreos y livianos de la fantasía.
La psiconeurosis es un padecimiento del alma que no ha encontrado su destino. El medicó se interna a un territorio que desconoce en su gran parte. Es aquí cuando se le aparece la necesidad de trasmitir la ficción de cura, el significado espiritual, pues precisamente es lo que el enfermo pide más allá de la razón y la ciencia.
Sería maravilloso poder ofrecer; fe, esperanza amor y conocimiento. Múltiples dones que no se pueden enseñar. ¿De dónde puede tomar el enfermo aquello que solo recibirá más tarde? Saluo su conversión al verdadero amor, fue encaminado por su odio. Vivió su peor equivocación con convencimiento y eso lo condujo a la vivencia.
La mujer ha cobrado consciencia del hecho indudable que sólo en el estado de amor alanza lo más elevado y mejor de sí misma. Ser capaz de hacerlo todo por amor a un ser humano. Son excepciones las mujeres que consiguen logros por amor a una cosa, puesto que esa no es su esencia.
Los hombres tenemos un ánima o parte femenina menor desarrollada al igual que las mujeres un animus en segundo plano.
El amor sólo desvela sus más altos secretos y maravillas a quien es capaz de la entrega y la fidelidad incondicional del sentimiento. Al ser el amor lo más hermoso no debería nunca buscar lo que pudiera hacerlo fácil. Mal caballero de la dama de su corazón es quien se eche atrás ante la dificultad del amor. El amor es Dios mismo.
EROS es estar vinculados. Demasiada animalidad desfigura la hombre cultural, demasiada cultura crea hombres enfermos. Uno jamás se libera de él y si lo hace es para su propio perjuicio.
El concepto de sexualidad es muy poco afortunado tiene límites tan definidos que incluso la palabra amor se resiste a ser su sinónimo. Freud muchas veces quiere decir amor cuando se limita a hablar de sexualidad.
La mujer su psicología se fundamente en el principio del Eros, el gran vinculador y desligador. Al hombre se le atribuye el Logos como interés supremo. Entonces podemos entender a Eros como relación anímica y Logos como interés objetivo.
Uno que es solamente Logos puede que posea un intelecto muy fino, pero no es otra cosa que un seco racionalismo. Y el Eros que no posee Logos jamás comprende: ahí no hay más que vinculación ciega. Para la mujer sólo cuenta la verdadera relación erótica y no la confusión del hombre que suele confundirla con sexualidad.
Toda consciencia busca, casi sin intuirlo, su opuesto inconsciente, sin el cual está condenada a quedar estancada. Únicamente en el opuesto se enciende la vida. El opuesto compensador del amor es la voluntad de poder.
Sobre el matrimonio. No existe el volverse consciente sin padecimiento. Todo lo que vive en común se influye mutuamente, existe una participación mystique. Este depender el uno del otro constituye un problema para una relación individual.
A veces en la relación de pareja alguien se queja mucho del otro, siente odio. Se ha extendido sobre los otros hasta ser idéntico con ellos. El sujeto trata al otro como si fuera el mismo, y naturalmente abra resistencias: se experimenta la contradicción y el desengaño para finalmente volverse consciente de sí mismo, y luego el odio desaparece.
El introvertido ve todo aquello que de alguna manera le resulta valioso en el sujeto; el extrovertido, por el contrario, en el objeto.
A lo largo de la historia la mujer ha luchado por conseguir desarrollar su masculinidad, por lo que pretender en la actualidad negar o invalidar este logro sería un error por parte del hombre, y viceversa.
El hombre, en su elección amorosa, busca una mujer que mejor se corresponda con el tipo esencial de su propia feminidad inconsciente (esto sería lo ideal). Pero puede ocurrir que case a todas luces con su debilidad peor.
Vivir huyendo de sí mismo es un cosa amarga, y vivir con uno mismo requiere una serie de virtudes cristianas, en este caso aplicárselas a uno mismo: paciencia, amor, fe, esperanza, humildad. Jung cree en el poder y la dignidad del intelecto mientras no atente contra los valores del sentimiento.
Para reducir la transferencia es importante que el encuentro con el paciente se dé al mismo nivel (no menospreciarlo).
Frente al individuo existe únicamente la comprensión individual. Para cada paciente un lenguaje diferente. Así en un análisis Jung podría hablar de forma Adleriana o Freudiana. Frente a frente el médico tiene algo que decir, pero el paciente también. Ejercer si presiones sobre el paciente ya dirá él lo que necesita.
Es recomendable tener un confesor mejor aun confesara, una tercera persona que tenga otra perspectiva.
Cuando aparece la transferencia hay que dejarla fluir, entender que estamos frente a algo normal y tener cuidado cuando llevamos al enfermo a una disolución de la relación tansferencial porque les estamos pidiendo algo muy difícil sobreponerse así mismos. La transferencia nos puede conducir al enfrentamiento, y con ello a un mayor grado de consciencia, que es un barómetro de la integración de la personalidad. La energía transferencial es tan potente que da la impresión de ser un impulso vital.
Sin duda el hablar sobre el amor es complicado. Es tal la importancia e inmensidad del amor que a veces las palabras terminan siendo un obstáculo al referirnos a él. A pesar de lo mencionado, el hablar del amor, resulta inspirador.
El amor parte del amor a uno mismo. Muchos dirán que lograr esto a plenitud es ya un arduo trabajo en el que podríamos dedicar todos nuestros esfuerzos. Sin embargo, esto nos podría hacer caer rápidamente en un egoísmo justificado absurdamente, debido a que sin amor a los demás es imposible amarse a sí mismo.
De lo referido anteriormente parte ya una dicotomía, pero como sabemos; el amor es un problema. El amor se comporta como lo hace Dios ambos se entregan sólo a su servidor más valiente.
El amor es una opción que todos tenemos, es parte de nuestra libertad.
La incapacidad de amar nos vuelve vacíos. Es interesante como el amor es en sí una paradoja mientras más se da más nos acercamos a poseer amor verdadero. Pero entonces aparece nuestra subjetividad que nos impulsa a volver nuestros esfuerzos hacia nosotros mismos. Es aquí donde el conocernos el conócete a ti mismo juega un papel trascendental. ¿Cómo asumimos este regreso del amor hacia nuestra subjetividad?
Para esto es importante darnos un tiempo para conocer nuestra "sombra", el lado de nuestro ser que escondemos, quizás porque creemos que es nuestra debilidad. Empero, no hay peor enemigo que el que no podemos ver. Esa sombra es parte de nosotros y posee un inmenso valor, porque no hay luz sin oscuridad, porque no hay bueno sin malo.
Estas polaridades en nuestro interior van más allá, todos los hombres dentro de nuestra masculinidad, como factor predominante de nuestra condición, poseemos también una feminidad (Anima) subyacente. Y viceversa las mujeres poseen una masculinidad (Animus).
La feminidad esta basada en su inmensas capacidad de amar al otro incondicionalmente, creando el vínculo (Eros). Mientras que la masculinidad va más orientada al interés objetivo, la supremacía (Logos).
En el ámbito de relación de pareja es de esperarse que en el caso del hombre busque un complemento de su feminidad. Pero un problema común surge cuando la pareja busca satisfacer su vació imponiendo su percepción de feminidad y llegando al punto de negar la masculinidad bien lograda de su pareja. El invadir la individualidad del otro suele ser un acto inconsciente producto de nuestra falta de autoconocimiento, que a su vez nos impide el entender al otro.
La sombra del amor, es el poder, y como sabemos no hay que negarla sino reconocerla para saberla manejar.
Vivir huyendo de sí mismo es un cosa amarga, y vivir con uno mismo requiere una serie de virtudes cristianas, en este caso aplicárselas a uno mismo: paciencia, amor, fe, esperanza, humildad.
El amor posee la capacidad de llenarnos y llevarnos por la vida como seres completos, permitiéndonos amar a otros. Muchos dirán que es un utopía pero aquellos que lo dicen, en mi opinión han comenzado ya a dejar de vivir. Quizás lo han hecho producto de sus experiencias. Ignoran a un Eros que posiblemente desde un principio no entendieron y eso los llevó a experiencias muy amargas. < Eros es un gran demonio > dice Diotima a Sócrates. Uno nunca se libera de él, y si lo hace es bajo su propio perjuicio.
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