Una preciosa canción de Nat King Cole decía: -Ansiedad, de tenerte en mis brazos, musitando palabras de amor…- Pero la ansiedad ya no es lo que era. Actualmente es sinónimo de trastorno psicopatológico…, y cada vez hay más. ¿Podemos frenar este camino hacia un abismo psicológico?
Según la Organización Mundial de la Salud, en menos de 20 años, la depresión será la primera causa de incapacidad en todo el mundo, por encima de enfermedades como las cardiovasculares o el cáncer. Impresionante, ¿verdad? Pues resulta que en la práctica clínica, se constata que hay un trastorno aún más frecuente que la depresión: LA ANSIEDAD.
Ocurre no obstante, que la ansiedad está infradiagnostica, y por supuesto, insuficientemente tratada. Por esa razón no se cuentan tantos casos, ni tan graves, como en la depresión. La ansiedad se suele sobrellevar a escondidas y en silencio. Porque está mal considerado no ser capaz de controlar los pensamientos y las conductas. Y porque beber alcohol, comer, o tomar fármacos ansiolíticos, son formas fácilmente accesibles de sentirse temporalmente liberado de preocupaciones, pero sin que en modo alguno constituyan una solución a la causa del problema, porque ésta no se afronta, sino que se evade, con lo que el peligro de agravación subsiste y se retroalimenta de forma constante.
Pero, ¿cuál es la causa o causas del problema? Para comprenderlo en toda su magnitud, deberíamos entender en primer lugar, que la ansiedad, antes de ser un problema de salud, ha sido un problema educativo. Porque nos han educado para aprender cosas "productivas" o cómo funciona el último modelo de cualquier aparato, es decir, cosas externas. Pero no hemos aprendido a entender ni a dominar nuestra propia mente. No la conocemos.
El resultado es que somos "analfabetos" de nosotros mismos, y por ello, tenemos serias dificultades para entender y controlar nuestras emociones, pensamientos y conductas. Hemos llegado a un punto en el que, un mecanismo fisiológicamente beneficioso y necesario como es la ansiedad, indispensable para cuando nos encontramos en peligro, ya que estimula todos nuestros sistemas para luchar y sobrevivir, se convierte en perjudicial cuando se dispara sin causa real y se mantiene demasiado tiempo sin motivo, generando preocupaciones excesivas, persistentes e incontrolables alrededor de una amplia gama de sucesos o actividades, con una intensidad, duración o frecuencia desproporcionadas en relación a la probabilidad o impacto real del acontecimiento temido.
Estas preocupaciones suelen basarse en el miedo a perder el control de la situación, resultándole muy difícil a la persona, controlar este estado de alarma y constante preocupación, generándole a su vez, síntomas como inquietud, impaciencia, nerviosismo, miedo difuso, gran fatigabilidad, dificultades de concentración, quedarse en blanco, irritabilidad, tensión muscular, opresión pectoral, ataques de pánico, ahogo, palpitaciones, temblores, sudores, alteraciones del sueño… Y lo peor puede llegar después si no se corrigen estos problemas, pues la ansiedad, como resultado de una situación estresante para la persona, puede ser la puerta de entrada a otros problemas o trastornos como fobias, obsesiones, depresión o trastornos metabólicos y alimenticios, que a su vez, pueden provocar males aún mayores, incluso el suicidio.
Como vemos, no se trata de un problema banal como a simple vista pudiera parecer, sino que es algo muy serio, y que hay corregir pronta y decididamente. Pero dado que la persona con ansiedad da vueltas y vueltas a sus preocupaciones, siendo incapaz de alcanzar una solución, de tomar decisiones, de llevar a cabo una actuación decisiva y de vivir con relativa tranquilidad con las consecuencias, se hace indispensable pedir ayuda especializada para solucionarlo.
Los tratamientos psicológicos de la ansiedad se centran especialmente en los dos focos principales, que son las preocupaciones excesivas e incontrolables, y la sobreactivación que las acompaña, mediante un tratamiento educativo sobre la ansiedad, un entrenamiento psicológico que permite entre otras cosas, comprender, modificar y dominar aquellas creencias o pensamientos, actitudes y conductas que le provocan la ansiedad, así como un aprendizaje de técnicas de relajación, en especial las técnicas de relajación progresiva y la de respiración controlada. En este proceso, el psicoterapeuta acompaña a la persona para facilitarle este trabajo interno no exento de esfuerzo y constancia, pero que realizado adecuadamente le irá proporcionando de forma gradual, una mayor autoconfianza y un mejor control o liberación de estas preocupaciones.
fuente: onsalus.com
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