Estos problemas se diferencian en que el niño con autismo puro tiene problemas en el relacionamiento social, la conexión con el mundo que le rodea y dificultades del lenguaje; el Asperger tiene dificultades en su relacionamiento social, pero muy buen lenguaje, aunque a veces algo parco, y el TGD fundamentalmente presenta trastornos en la comunicación, el lenguaje expresivo, pero no tanto inconveniente con la conexión con el entorno.
¿Cómo se produce este problema?
Hay una serie de "parece que" ya que la causa real es aún una incógnita, tal vez genética molecular, tal vez trastornos metabólicos, pero lo importante no es de dónde viene, sino qué vamos a hacer con el niño que lo padece y cómo detectarlo en forma rápida.
El TGD
Este trastorno se puede manifestar desde los 3 meses aproximadamente, o mejor se lo puede detectar ya a esa edad. ¿Cómo? Con una sencilla observación: el niño que va a desarrollar este trastorno generalmente no sonríe socialmente, y sus manifestaciones son más de llanto o de indiferencia ante los estímulos externos. Posteriormente ya al crecer se observa un desfase en el desarrollo del lenguaje con respecto a los otros niños, pero la sonrisa es algo que debería ser tenida muy en cuenta por los pediatras y los padres.
El TGD no es tan grave, en términos generales, como el autismo puro, pero su minimización en la sintomatología depende de su rápido diagnóstico y tratamiento adecuado, ya que con un buen diagnóstico y tratamiento precoz hay chicos que pueden tener una vida casi normal y un manejo prácticamente independiente, y hasta una escolarización con adecuación en escuelas normales o especializadas. Esto depende, por supuesto, de lo que ya dijimos del diagnóstico y el tratamiento.
Cómo se trata
El tratamiento es con un grupo de terapeutas, neuropediatras, fonoaudiólogas, psicólogas, etc., dependiendo de la gravedad del cuadro, y por tiempo prolongado, ya que a cada edad, el niño va teniendo necesidades distintas. Pero con paciencia y perseverancia, los resultados serán vistos. Muchos padres tienen miedo a la medicación, y el médico lo sabe; por ello es muy importante tener un contacto fluido con este, y así nivelar juntos la dosis adecuada para cada niño, ya que el tema no es dopar al chico, sino adecuarlo. Al tratamiento hay que tenerle respeto, pero no miedo.
Conclusión: niño que sonríe, niño normal. Niño que no sonríe, debe ser evaluado.
* Neuropediatra.
¿Cómo se produce este problema?
Hay una serie de "parece que" ya que la causa real es aún una incógnita, tal vez genética molecular, tal vez trastornos metabólicos, pero lo importante no es de dónde viene, sino qué vamos a hacer con el niño que lo padece y cómo detectarlo en forma rápida.
El TGD
Este trastorno se puede manifestar desde los 3 meses aproximadamente, o mejor se lo puede detectar ya a esa edad. ¿Cómo? Con una sencilla observación: el niño que va a desarrollar este trastorno generalmente no sonríe socialmente, y sus manifestaciones son más de llanto o de indiferencia ante los estímulos externos. Posteriormente ya al crecer se observa un desfase en el desarrollo del lenguaje con respecto a los otros niños, pero la sonrisa es algo que debería ser tenida muy en cuenta por los pediatras y los padres.
El TGD no es tan grave, en términos generales, como el autismo puro, pero su minimización en la sintomatología depende de su rápido diagnóstico y tratamiento adecuado, ya que con un buen diagnóstico y tratamiento precoz hay chicos que pueden tener una vida casi normal y un manejo prácticamente independiente, y hasta una escolarización con adecuación en escuelas normales o especializadas. Esto depende, por supuesto, de lo que ya dijimos del diagnóstico y el tratamiento.
Cómo se trata
El tratamiento es con un grupo de terapeutas, neuropediatras, fonoaudiólogas, psicólogas, etc., dependiendo de la gravedad del cuadro, y por tiempo prolongado, ya que a cada edad, el niño va teniendo necesidades distintas. Pero con paciencia y perseverancia, los resultados serán vistos. Muchos padres tienen miedo a la medicación, y el médico lo sabe; por ello es muy importante tener un contacto fluido con este, y así nivelar juntos la dosis adecuada para cada niño, ya que el tema no es dopar al chico, sino adecuarlo. Al tratamiento hay que tenerle respeto, pero no miedo.
Conclusión: niño que sonríe, niño normal. Niño que no sonríe, debe ser evaluado.
* Neuropediatra.
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