El Complejo de Edipo, también conocido como Conflicto Edípico, tiene lugar en la infancia y todas las personas lo desarrollaríamos a lo largo de ésta con un resultado positivo o negativo.
El Complejo de Edipo estaría relacionado con el desarrollo psicosexual del niño que pasa por diferentes etapas: oral, anal y fálica, y en concreto tendría lugar en la última fase.
Para entender cada una de las fases y el cambio de una a otra debemos de entender primero el concepto depulsión como una fuerza o energía que proviene del cuerpo (lo somático) y está presente en lo psíquico. Esto último sería lo que la diferencia del instinto.
El cambio de una fase a otra se debería a que la pulsión va cambiando de lugar, es decir, la energía se focaliza en una determinada parte del cuerpo, que en psicoanálisis se denomina como zona erógena.
En la etapa o fase oral, la zona erógena del niño es la boca y encontrará satisfacción a través de ella. Por ejemplo, a través de la boca se alimenta de la leche materna y encuentra satisfacción a través del pecho materno ya que es quien lo alimenta. En esta fase es el niño el que demanda a la madre a través del llanto.
La madre jugará un papel determinante durante todo el desarrollo ya que de alguna manera será ella quien vaya marcando cada una de las fases. Por ejemplo, el niño dejará la fase oral porque la madre le irá animando a que deje el pecho, el chupete, el biberón…
A continuación, se da la fase anal en la que es el niño el que aprende a controlar sus esfínteres y a su vez, también tiene el control de hacer feliz o no a mamá (haciéndoselo en los pañales o en el servicio). En esta ocasión, es la madre la que demanda al niño para que lo haga bien.
Es en esta fase cuando el niño comienza a diferenciar a la madre como un objeto (término psicoanalítico) fuera de sí mismo, hasta entonces la veía como otra extremidad de él.
Más adelante el niño descubre el falo (diferente a pene) a donde dirige su satisfacción. En este momento, ni la niña ni el niño entienden la diferenciación sexual, todos son iguales ante sus ojos por ello es la fase fálica.
Cuando el niño se percata de esta diferencia sexual, esto le produce un sentimiento ominoso y como no lo puede entender crea dos teorías: 1) aún no les ha crecido 2) se lo han quitado, castrado.
En el caso de la niña cuando descubra esta diferencia se producirá una decepción porque entiende que el niño tiene algo que ella no tiene. Mientras que el niño lo vive con miedo por si también se lo quitan y de ahí se deriva la angustia de castración.
El niño asocia que les han quitado el falo con el placer que siente con mamá lo que le produce angustia y al ver que la madre se va separando de esa zona erógena, al igual que ha ido haciendo con las anteriores, lo vive como una amenaza. Y para salir de esa angustia, el niño renuncia a la madre como fuente de satisfacción.
Todo esto a su vez está relacionado con un tercero que es aquel al que la madre desea, normalmente es la figura paterna hacia la que el niño siente un deseo parricida porque es quien le aparta de mamá.
Pero al renunciar a mamá acepta a papá y en lugar de mantener la rivalidad entiende que él también tiene algo de lo que mamá desea.
Y todo ello cae bajo represión finalizando la fase edípica y pasaría al periodo de latencia, dejando a un lado su curiosidad sexual y poniendo toda su energía en el aprendizaje. No será hasta la pubertad cuando lo biológico y lo psicológico se aúnan que volverá a interesarse por lo sexual.
Tal y como finalicemos nuestro Complejo de Edipo determinará nuestra manera de relacionarnos más adelante y a su vez, nuestra estructura psíquica.
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