Francia siempre ha sido muy influyente en el desarrollo del cine, como arte y como medio de comunicación. El cine nació en Francia de la mano de los hermanos Lumiére, de Georges Méliés (lo vimos la semana pasada homenajeado en La invención de Hugo) y de Léon Gaumont. El periodo de 1940 a 1970 fue especialmente brillante de la mano de la revista crítica Cahiers du cinéma y del movimiento de la Nouvelle vague. Desde los años 90 hasta nuestros días, el cine francés se impregna de influencias italianas (neorrealismo) e inglesas (free cinema) y se observa un creciente interés por la búsqueda de una temática social y un realismo testimonial.
Algunos ejemplos de buen cine social francés han sido comentados en entradas previas de Cine y Pediatría: recordamos a Bretrand Tavernier (Hoy empieza todo, 1999 o La pequeña Lola, 2004), Michel Deville (Las confesiones del Dr Sachs, 1999), Nicols Philibert (Ser y tener, 2001), Laurent Cantet (La clase, 2008) o Thomas Balmès (Bebés, 2010). Pero no nos olvidamos de muchos otros, como Erick Zonca (El pequeño ladrón, 1999), Robert Gédiguian (Al ataque, 2001), Marion Vernoux (Nada que hacer, 1999), etc.
Una nueva directora, una sorprendente directora con un peculiar nombre, se suma a esta lista: Maïwen. ¿Quién es esta joven mujer con nombre exótico y belleza exótica -aparentemente frágil-, que nos presenta una obra de arte de cine social contundente?. Leemos que Maïwen Le Besco es una actriz francesa, casada con el director Luc Besson (con quien trabajó en León -1994- o El quinto elemento -1997-); fue precisamente durante el rodaje de esta última película que Besson conoció a Mila Jovovich y abandonó a Maïwen. En ese momento, la actriz comenzó una carrera más prolífica y diversa en el mundo del cine, no sólo como actriz, sino como guionista, productora y directora.
Esto es lo que ocurre en Polisse, su última película (2011), donde asume los papeles de directora, guionista y actriz (su papel de Melissa, la fotógrafa que acompaña a los protagonistas de la película). Porque Polisse es una película basada en hechos reales que tiene dos protagonistas claros: la Unidad de Protección de Menores del Departamento de Policía de París y los niños y adolescentes, cuyos casos reflejan un puzle de lacras profundas que afectan al mundo infantil (pederastia, violaciones, malos tratos, prostitución, matrimonios concertados, absentismo escolar, delincuencia juvenil, drogadicción, etc). Drama en formato documental que nos pone al descubierto el día a día de una comisaría de París, con las relaciones entre los compañeros de la unidad como paisaje y cómo logran sobrellevar la sordidez, la marginalidad y la crueldad humana en sus carnes, cómo son capaces de soportar psicológicamente tanta maldad y poder convivir con ello en una tarea plenamente vocacional.
Polisse profundiza en la psicología de sus protagonistas y se adentra en sus hábitos, relaciones y modos de actuación, personas muy especiales trabajando en algo muy especial. Bajo la mirada de la fotógrafa (que es la directora, pero que somos nosotros, los espectadores) asistimos a los encuentros y desencuentros con otras unidades de la Policía, a los interrogatorios a pedófilos (presuntos o confesos, pero siempre brutales para nuestros oídos y nuestra conciencia), a los difíciles momentos vividos con los niños (algunos nos cortarán el aliento), a las tensiones acumuladas en la oficina y a los momentos de ocio, a los problemas de pareja y personales, a la dificultad de compaginar este complicado trabajo con la vida familiar, a los sentimientos que nacen y los que se deshacen entre compañeros, a los sentimientos que nacen y se deshacen con las víctimas infantiles,…. Pero Maïwen consigue mostrar tanta miseria sin regodearse, sin tremendismo y ofreciéndonos momentos de respiro y de humor, sin por ello dejar de dejar claro la labor capital de un grupo humano dispuesto al sacrificio personal para proteger uno de esos tesoros que toda sociedad debiera salvaguardar: la infancia y la inocencia que le pertenece.
Es posible que Polisse no sea una obra redonda: algunos le critican exceso de metraje (Maïwen grabó más de 150 horas sobre los casos que más le impactaron y lo dejó en poco más de dos horas de película); otros un final forzado, otros… Pero por encima de todo, es un documento fílmico sincero y una película de recomendable visionado para las personas que trabajamos con niños y jóvenes. La película nos augura desde la primera escena que nos enfrentamos a una película dura; y, sino, baste recordar algunas escenas: la batida en la caravana de rumanos para salvaguardar a los niños que eran obligados a mendigar por sus padres; las declaraciones de padres y abuelos delante de sus víctimas infantiles, denunciados de pederastia; la escena en que la niña declara a su madre que su padre "le quiere demasiado"; cuando una madre negra que vive en la calle solicita que los asistentes sociales acojan a su hijo, con todo el dolor de la separación (desgarrador,… difícil de contener las lágrimas, para los actores y para los espectadores); cuando una madre zarandea a su hijo pequeño en la calle porque llora desconsolado o cuando una madre drogadicta y con problemas mentales deja caer al niño al suelo mientras intenta coger comida de una tienda… y el bebé entra en coma; o la inmisericorde imagen del recién nacido prematuro muerto en los brazos de una madre adolescente que ha sido violada; o la lúgubre escena de los vestuarios de un gimnasio, con el profesor encerrado con un alumno. Y lo peor de todo: esta película se basa casos reales; y siempre la realidad supera a la ficción.
Polisse nos muestra una ficción voluntariosamente aséptica, que recoge sin heroicidades ni juicios la rutina de los miembros esta Unidad de Protección de Menores del Departamento de Policía en París. Polisse obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes en el año 2011 y recibió 13 nominaciones a los Premios César del Cine Francés (pero al enfrentarse cara a cara con The Artist de Michel Hazanaviciu, ha tenido que conformarse con obtener el premio a Mejor actriz revelación femenina –para Naidra Ayadi- y Mejor montaje). Sin embargo, lo peor no es que haya sido la gran olvidada de los Premios César; lo peor es que, desgraciadamente, pasará desapercibida en nuestras pantallas… y en nuestros corazones.
Esta fue mi experiencia: más de 230 salas de cine en la provincia de Alicante. Y esta joya del cine social francés sólo se proyecta en una sala; perdón: en una hora de una sala. Una sala con casi 1.000 butacas y eramos 9 espectadores esa tarde. Una película de las que uno calificaría de imprescindibles, por el fondo y la forma, va a pasar desapercibida. Esto es una constante en nuestra maltrecha cultura cinematográfica. Una película que no deberíamos dejar de ver; al menos, los que trabajamos con la infancia (en cualquier sentido), al menos los que sentimos que nuestra sociedad puede ser un poco mejor para la infancia.
Como dice uno de sus protagonistas: "por muchos casos que resolvamos a diario, no vamos a conseguir cambiar el mundo. Y eso es lo que me queda dentro, eso es lo que me corroe, no puedo más..."
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