Una silla vacía en la mesa de Navidad

Rocío Mayoral  - elconfidencial.com
Ayer fue Navidad. En muchos hogares españoles hubo seguramente rencuentros, alegría y festejos. Pero quizás, no en todos. En Navidad también hay familias que sufren. Algunas por algo terrible: la muerte de un ser querido. 299.880. Esta fue la cifra de fallecidos el pasado año en nuestro país. Este año puede finalizar con número similar. Pero ¿Y sus familias? ¿Cómo afrontan la época navideña?
Puede que a muchos de los que perdieron a personas importantes les esté resultando difícil encarar estos días. Quizás todavía se encuentren invadidos por el sufrimiento y la incomprensión por lo sucedido. Emociones como éstas pueden entrar en conflicto con el ambiente festivo de estas fechas. Pueden activarse recuerdos de cuando la persona ausente participaba de las celebraciones; incrementar la aflicción e incluso el enfado por la ausencia… ¿Qué sentido tendrán los festejos de estos días?
Todos necesitamos tiempo para 'superar' la pérdida de aquellos a los que hemos querido. Unos lo consiguen más rápido. Otros lentamente. Pero en general, atravesamos varias fases hasta lograr encontrar la paz, y cada fase requiere de recursos diferentes para sobrevivir.
1: Existe una primera fase de negación: No nos conformamos. Se 'niega' la posibilidad de no estar más con el ser querido; incluso de recuperarnos algún día.
2: Esta fase acaba remitiendo, pero suele sobrevenir un periodo de enfado o frustración. Surge el dolor por no haber cuidado más al fallecido o no haberle demostrado suficiente amor. Puede sentirse ira hacia los que nosalvaron su vida; contra el fallecido por irse o contra Dios por permitir ese sufrimiento.
3: Pero al final acabará aceptándose la pérdida. Aunque parezca imposible llegará un día en el que el dolor se transforme y cese. Entonces podremos recordar al fallecido con cariño y sin pesar.
Pero mientras llega ese momento ¿Qué hacer para sobrevivir a la Navidad? En estos días ya habremos dado un primer paso. Pero aún quedan jornadas de celebración por delante. ¿Podremos con ellos? Seguramente. Pero cuidarnos debe ser una prioridad.
No forzar la celebración
La muerte se vive de maneras muy diferentes, incluso dentro de una misma familia. No todos sienten el mismo desgarro al perder a un ser querido. Eso depende fundamentalmente de la cercanía con el fallecido, la forma de morir y el tiempo transcurrido. Pero también de la entereza personal; los apoyos sociales, el modelo de vida que se lleve,…  Y cuando llegan estas fechas y todavía no se está bien es fácil que surja el dilema: ¿Qué hacer?, ¿Celebramos las fiestas a pesar de todo?
Sea cual sea el caso, respetar el estado emocional de cada uno debiera ser lo principal. Muchos habrán preferido no organizar nada para no enfrentarse a la pena y el recuerdo. Otros habrán optado por viajar y alejarse de recuerdos…Cuando aún no se dispone de fuerza ni ánimo, no pasa nada por renunciar a las celebraciones. Lo importante en estos momentos es localizar recursos que ayuden a sobrellevar las emociones y la fase de duelo que se vive. Hay quien se centra en la religión, en los amigos, etc. todo vale si lleva a obtener algo de paz.
Otros, sin embargo, habrán elegido hacer lo de siempre en un intento normalizar la vida y de afrontar el dolor con entereza. Es una buena opción, valiente y constructiva. La experiencia terapéutica confirma que mantenerse ocupado es muy favorable. La actividad y la implicación en los preparativos ayudar a 'alejar' transitoriamente del dolor.
Pero lo normal es estar triste y no debemos forzar alegría. Reprimir la pena supone tensión y esfuerzo y podría propiciar agotamiento, irritabilidad y ansiedad. Los actos y emociones deben ser espontáneos. Son días difíciles y la sensibilidad de los allegados será crucial. Pueden fallar las fuerzas, surgir emociones o lágrimas…Y si apetece recordar al ausente, hacerlo, aunque sin centrar la reunión en su persona, podrían revivirse emociones dolorosas y no conviene incitar a la pena. Si la persona fallecida tenía un papel central en la celebración, intentar crear nuevas formas de vivir la Navidad.
¿Y qué hacemos con los niños?
Pero ¿y si hay niños en la familia? ¿Qué hacer? Si existen fuerzas, celebrar la navidad será la mejor opción. La normalidad y sobre todo el ejemplo, será para ellos la mejor forma de afrontar la muerte sin angustia. Y es que las emociones se contagian fácilmente desde edades tempranas. Haviland y Lelwica demostraron que los bebés de 10 semanas ya son capaces de reaccionar ante manifestaciones de felicidad o tristeza en las personas de su entorno. Sabemos también que nuestra capacidad para detectar emociones como estas es asombrosa, bastan sólo con 100 milisegundos para hacerlo.
Así que los niños captan la pena con gran sensibilidad y rapidez. No pasa nada porque se enfrenten a ella pero conviene no transmitir un duelo excesivo. ¿Qué sentido tiene? Tampoco es bueno ocultar la realidad. Responder a sus preguntas sin mentir, procurando no exceder su capacidad de comprensión ni sus recursos emocionales. Explicar sólo lo necesario. Arroparles si están tristes. Ayudarles con cuentos y abrazos. Distraerles. Y sobre todo, normalizar sus vivencias. Si son mayores o si necesitan hablar, escuchar, ayudarles a desahogarse. Pactar con ellos la mejor forma de celebrar la Navidad. Incluirles en las decisiones.
La Psicología y la Psiquiatría reconocen la muerte de seres queridos como el acontecimiento más devastador al que puede enfrentarse el ser humano. Tanto, que existen muchos casos de personas que no lograron superarlo y en el camino perdieron su salud. Existen incluso referencias a personas que fallecieron a causa del dolor. Algunas durante mucho tiempo se consideraron leyenda por lo inaudito. Cuentan que en 1217 Isabel Seguramurió de pena tras besar a su amor en su sepulcro. J. Luis Sotoca, pudo documentar una historia que parece ser real, la de los Amantes de Teruel. Pero lo fuese o no, lo cierto es que pocos llegan a perder su vida así, aunque la práctica clínica informa de que sí. Son muchos los que acaban "muriendo en vida"… No lo permitamos. Comprensión, ayuda y cuidado de los que nos quieren y sobre todo, de nosotros mismos. Esta la clave para seguir viviendo, especialmente en fechas como éstas. 
Jaume Guinot - Psicoleg col·legiat 17674
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