Entrevista con Bárbara Gómez Torres. Doctora en psicología, psicoterapeuta y profesora de la UPV.
En los casos en los que se ha previsto la reunificación familiar, es necesaria una preparación previa
Bárbara Torres Gómez, de Cádiz, es doctora en psicología, psicoterapeuta y profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco. Desde hace 20 años, su principal ámbito de investigación se ha centrado en el campo de la protección infantil. Gracias a su amplia experiencia y estudios, asegura que lo mejor para un niño que sufre malos tratos es intentar solventar la situación que se da en su hogar y cuando esto no es posible, que acuda a una familia de acogida, antes que a un centro residencial.
- ¿De qué forma afecta al desarrollo de un niño vivir situaciones de maltrato en su familia?
- El maltrato infantil plantea graves riesgos para la inadaptación y psicopatología, es decir, implica un ambiente familiar patogénico que sobrepasa con mucho lo que estaría dentro del rango de la normalidad. El maltrato afecta de forma muy negativa a las víctimas tanto en la niñez, como en la adolescencia y en la etapa adulta. Muchas investigaciones muestran que las consecuencias del maltrato afectan a todos los ámbitos del desarrollo: neurobiológico (estructura y funcionamiento global), emocional, cognitivo, interpersonal y comportamental. Así, el maltrato suele asociarse con trastornos emocionales, fracaso escolar, abuso de sustancias y conducta criminal, así como con dificultades futuras en el ejercicio de la parentalidad.
- ¿Todos los niños muestran estos síntomas?
- No necesariamente. Cómo afecta el maltrato a la víctima depende de diferentes agentes, tanto relacionados con el propio menor como con su entorno. No obstante, todavía no se conoce con claridad qué factores del propio niño, de su familia o contexto cercano funcionan contrarrestando los efectos negativos del maltrato y facilitando la resiliencia en las víctimas.
- Existen programas para la intervención en las familias de padres negligentes o maltratadores. ¿Son efectivos? ¿Vale la pena destinar recursos para ellos?
- Existen evidencias a favor y en contra sobre su efectividad. En nuestro país hace unos 20 años que se están llevando a cabo este tipo de programas, pero no existe todavía una tradición consolidada de evaluación de los mismos. En mi opinión, creo que es absolutamente necesario destinar recursos a ellos pero, además, evaluar dichos programas con el objeto de conocer su grado de efectividad, para qué tipo de familias pueden resultar más adecuados, qué componentes de estas intervenciones pueden resultar más efectivos, etc.
- Reconocer el maltrato no debe de ser algo fácil, pero ¿qué le diría a los que lean esta entrevista?
- Para reconocer una posible situación de maltrato infantil debe existir un conocimiento en la comunidad acerca de cuáles son los indicadores que pueden señalar su existencia. No obstante, quisiera recalcar un aspecto que me parece no suele ser a menudo comprendido. Los padres que maltratan a sus hijos no son unos 'monstruos'; no es que no quieran a sus hijos, no está en su voluntad maltratarlos. Los casos en los que los padres buscan el daño en sus hijos son muy excepcionales. Normalmente todos los padres hacen lo mejor que saben y pueden con sus hijos. Lo que sucede es que aquellos que maltratan a sus hijos suelen hallarse sometidos a multitud de tensiones a las que se añaden factores personales de vulnerabilidad que les hacen poco competentes como padres, aunque sea muy difícil para ellos reconocer estas limitaciones.
- La separación de un niño de sus padres cuando los expertos así lo dictan, ¿es siempre recomendable?
- Lo ideal sería no tener que separarle de sus padres, interviniendo con el niño y su familia preservando la convivencia, siempre que se pueda garantizar una satisfacción suficiente de las necesidades infantiles. Se entiende que cuando una evaluación experta y rigurosa aconseja una separación, es porque dichas necesidades no se pueden asegurar manteniendo al niño con su familia. De todos modos, hay que señalar que siempre se trata de que esa separación sea lo más corta posible y que solo dure hasta que la vuelta del menor a su familia ofrezca unas garantías básicas para el bienestar de éste. Por otra parte, que el niño vaya a un acogimiento familiar no quiere decir que pierda totalmente la relación con su familia biológica. De hecho, esto no es aconsejable para el bienestar del menor y lo habitual y adecuado es que el niño en acogimiento familiar (como en el residencial) mantenga una relación con su familia mientras dura el acogimiento. Sólo en casos muy excepcionales es aconsejable eliminar dichos contactos.
- El niño acogido, ¿suele integrarse sin dificultades o requiere de una preparación previa? ¿Y la familia?
- La integración en la familia de acogida depende de diversos factores. Unos tienen que ver con el menor y otros con la familia que acoge el niño, y aún otros con los servicios de apoyo. Normalmente se requiere una preparación previa del niño y la familia acogedora, así como un apoyo y seguimiento continuado del acogimiento.
-¿La familia de acogida tiene que contar con varios miembros o puede ser una persona sola?
-La idoneidad para el acogimiento familiar no viene dada por el número de componentes. Hay personas solas que pueden ser figuras acogedoras magníficas y familias tradicionales (dos progenitores con uno o varios hijos) que no representan una alternativa apropiada.
- ¿Qué mensaje enviaría a los responsables políticos y a la sociedad en su conjunto que les ayude a ver la necesidad de destinar recursos para la protección del menor?
- Puede sonar a tópico, pero los niños de hoy son el futuro de la sociedad. La principal apuesta debería ser invertir en la intervención preventiva temprana.
Jaume Guinot
Gabinete de Psicologia - Colegiado 17674
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