Keegan, E.: "Escritos de psicoterapia cognitiva". Parte II (Introducción a la terapia cognitiva). Eudeba, año 2007, Buenos Aires.
Resumen:
La interdependencia entre emoción y cognición. El descubrimiento de esta relación entre emoción y pensamiento ha permitido el desarrollo de una tecnología terapéutica, a la vez que un avance teórico que se ha extendido más allá del campo de la patología mental, para convertirse en un modelo teórico desde el cual comprender mejor fenómenos como el optimismo y las emociones positivas.
El origen de estas alteraciones estaría en la constitución de esquemas depresogénicos en la infancia. Estos esquemas serian estructuras de interpretación de la realidad relativamente estables que resultarían activadas ante ciertas situaciones con las que mantendrían relaciones de significación. Esta activación se daría generalmente en la adolescencia o en la temprana adultez como resultado de las crecientes presiones a las que se ve sometido el sujeto en esos momentos del ciclo vital.
El esquema es un concepto complejo, que supone la conformación de una unidad de procesamiento en la que hay un aspecto fisiológico, un aspecto ideativo, un aspecto motivacional y un aspecto emocional. Dado que la construcción de los esquemas se da necesariamente en la interacción con otro significativo, esta teoría resultaba particularmente compatible con una visión biopsicosocial de la enfermedad mental, reemplazando las teorías de etiología única por una cadena causal o por la plurideterminación.
La frecuencia de pensamientos negativos en la cognición y en los sueños de los pacientes depresivos llamó la atención de Beck. La teoría cognitiva general atribuye la generación de estos pensamientos negativos a la activación de los esquemas depresogénicos.
De acuerdo con la teoría cognitiva, la realidad es polisémica y debe ser construida. Los datos de la realidad son procesados por el sujeto, quien asigna una determinada significación a cada situación. El estado de ánimo resulta congruente con la significación adjudicada; el comportamiento es consonante con la interpretación realizada.
Si sesgo mis interpretaciones de modo sistemático, interpretando de modo negativo un número importante de situaciones, mi ánimo decaerá, seré gobernado por el desaliento y esto se verá acompañado de un descenso de mi conducta intencionada. Esto es lo que vemos habitualmente en la depresión mayor.
La teoría cognitiva sostiene que pensamiento, emoción y comportamiento son tres sistemas interdependientes; el cambio en uno de ellos determinará un cambio congruente en los otros dos.
Años después, a mediados de la década de 1970, Beck generalizo su teoría a los trastornos de la ansiedad, resaltando la llamativa frecuencia de pensamientos alarmantes o referidos a temas de peligro o daño en personas que padecían ese tipo de trastornos.
Los tratamientos Cognitivos:
La teoría cognitiva sugiere que cualquier influencia sobre la cognición debería ser seguida de un cambio en el ánimo y en la conducta. La terapia cognitiva es un tratamiento que produce estos cambios centrándose particularmente en la modificación de la cognición. La teoría también sugiere que el cambio puede producirse incidiendo sobre la emoción o la conducta; esto es congruente con los resultados alcanzados por psicoterapias que ponen el acento en esas dimensiones, como las psicoterapias experienciales o la terapia conductual.
Los tratamientos cognitivos se basan en teorías específicas para cada trastorno, definido de acuerdo a criterios DSM. En virtud de esto, hay una considerable diferencia entre la terapia cognitiva de la depresión y la terapia cognitiva del pánico, aunque el modelo global sea el mismo.
En términos generales, todo tratamiento cognitivo se compone de una fase diagnostica seguida de un trabajo psicoeducativo que continua durante todo el tratamiento. El paciente recibe información sobre el trastorno que padece y sobre el tratamiento que se le ofrece. Durante esas entrevistas preliminares se administran instrumentos de evaluación de uso habitual en psicología clínica más algunos específicos, tales como el Inventario de Depresión de Beck, el Inventario de Ansiedad de Beck, el Test de Estilo Cognitivo, el Cuestionario de Estilo Atributivo, etc.
Una vez obtenido el consentimiento informado, se inicia el tratamiento propiamente dicho ayudando al paciente a identificar y a monitorear sus pensamientos automáticos.
Una vez logrado esto, se le pide al paciente que registre los cambios anímicos que acompañan la aparición de esos pensamientos automáticos. Al alcanzarse este objetivo, se pide al paciente que registre los cambios de comportamiento que acompañan los cambios en el pensamiento y en el ánimo.
El siguiente paso consiste en debatir la razonabilidad y utilidad de los pensamientos automáticos. Aquí prevalece el uso de la mayéutica, pudiendo considerarse con justicia como el aspecto central del tratamiento. Este paso debe ser seguido por la generación de un pensamiento alternativo que se vea acompañado de un ánimo y un comportamiento que no generen tanto malestar al sujeto.
El último paso se consagra a modificar las creencias centrales del paciente que, a diferencia de los pensamientos automáticos, suelen ser implícitas. En virtud de esto, terapeuta y paciente deben inferir el contenido de tales creencias. La modificación de las creencias nucleares e intermedias del paciente son condición para la durabilidad de los resultados.
Como puede verse, el tratamiento cognitivo es estructurado y se deriva de la aplicación de protocolos validados en investigación empírica. Los tratamientos para los trastornos del estado de ánimo y los trastornos de ansiedad tienen una duración que oscila entre las 12 y 25 sesiones, según el trastorno y el protocolo que se emplee. Las sesiones son normalmente de 50 minutos, pero algunos protocolos incluyen sesiones más prolongadas. Estas constituyen la norma en los tratamientos cognitivos grupales.
Algunas Objeciones usuales a la terapia cognitiva:
Los terapeutas formados en el psicoanálisis invariablemente plantean dudas sobre la durabilidad de los resultados logrados por la terapia cognitiva. Se tiende a considerar al tratamiento cognitivo como una terapia de tipo sintomática, que solo lograría cambiar un síntoma por otro. La respuesta es simple: la investigación de seguimiento ha mostrado invariablemente la conservación de los logros terapéuticos para la mayor parte de los pacientes en periodos de dos años como mínimo.
La terapia cognitiva no impone un modelo de conducta o pensamiento normales; tan solo aboga por el logro de un pensamiento alternativo que acepte una visión polisémica de la realidad. No en vano la mayéutica es un recurso fundamental del tratamiento.
No es una terapia intelectualista orientada a que el paciente sea más racional. Es más bien un tratamiento altamente activo para paciente y terapeuta, donde el sentir, el pensar y el hacer tienen igual importancia.
La terapia cognitiva no demanda un paciente brillante: la experiencia clínica y la investigación muestran que puede usarse efectivamente con pacientes con un bajo nivel de cociente intelectual.
Conclusiones:
La terapia cognitiva no es una panacea, sino un conjunto de tratamientos eficaces para una gran variedad de sindromes.
Resumen:
- Introducción a la terapia cognitiva:
La interdependencia entre emoción y cognición. El descubrimiento de esta relación entre emoción y pensamiento ha permitido el desarrollo de una tecnología terapéutica, a la vez que un avance teórico que se ha extendido más allá del campo de la patología mental, para convertirse en un modelo teórico desde el cual comprender mejor fenómenos como el optimismo y las emociones positivas.
- La terapia Cognitiva:
El origen de estas alteraciones estaría en la constitución de esquemas depresogénicos en la infancia. Estos esquemas serian estructuras de interpretación de la realidad relativamente estables que resultarían activadas ante ciertas situaciones con las que mantendrían relaciones de significación. Esta activación se daría generalmente en la adolescencia o en la temprana adultez como resultado de las crecientes presiones a las que se ve sometido el sujeto en esos momentos del ciclo vital.
El esquema es un concepto complejo, que supone la conformación de una unidad de procesamiento en la que hay un aspecto fisiológico, un aspecto ideativo, un aspecto motivacional y un aspecto emocional. Dado que la construcción de los esquemas se da necesariamente en la interacción con otro significativo, esta teoría resultaba particularmente compatible con una visión biopsicosocial de la enfermedad mental, reemplazando las teorías de etiología única por una cadena causal o por la plurideterminación.
La frecuencia de pensamientos negativos en la cognición y en los sueños de los pacientes depresivos llamó la atención de Beck. La teoría cognitiva general atribuye la generación de estos pensamientos negativos a la activación de los esquemas depresogénicos.
De acuerdo con la teoría cognitiva, la realidad es polisémica y debe ser construida. Los datos de la realidad son procesados por el sujeto, quien asigna una determinada significación a cada situación. El estado de ánimo resulta congruente con la significación adjudicada; el comportamiento es consonante con la interpretación realizada.
Si sesgo mis interpretaciones de modo sistemático, interpretando de modo negativo un número importante de situaciones, mi ánimo decaerá, seré gobernado por el desaliento y esto se verá acompañado de un descenso de mi conducta intencionada. Esto es lo que vemos habitualmente en la depresión mayor.
La teoría cognitiva sostiene que pensamiento, emoción y comportamiento son tres sistemas interdependientes; el cambio en uno de ellos determinará un cambio congruente en los otros dos.
Años después, a mediados de la década de 1970, Beck generalizo su teoría a los trastornos de la ansiedad, resaltando la llamativa frecuencia de pensamientos alarmantes o referidos a temas de peligro o daño en personas que padecían ese tipo de trastornos.
Los tratamientos Cognitivos:
La teoría cognitiva sugiere que cualquier influencia sobre la cognición debería ser seguida de un cambio en el ánimo y en la conducta. La terapia cognitiva es un tratamiento que produce estos cambios centrándose particularmente en la modificación de la cognición. La teoría también sugiere que el cambio puede producirse incidiendo sobre la emoción o la conducta; esto es congruente con los resultados alcanzados por psicoterapias que ponen el acento en esas dimensiones, como las psicoterapias experienciales o la terapia conductual.
Los tratamientos cognitivos se basan en teorías específicas para cada trastorno, definido de acuerdo a criterios DSM. En virtud de esto, hay una considerable diferencia entre la terapia cognitiva de la depresión y la terapia cognitiva del pánico, aunque el modelo global sea el mismo.
En términos generales, todo tratamiento cognitivo se compone de una fase diagnostica seguida de un trabajo psicoeducativo que continua durante todo el tratamiento. El paciente recibe información sobre el trastorno que padece y sobre el tratamiento que se le ofrece. Durante esas entrevistas preliminares se administran instrumentos de evaluación de uso habitual en psicología clínica más algunos específicos, tales como el Inventario de Depresión de Beck, el Inventario de Ansiedad de Beck, el Test de Estilo Cognitivo, el Cuestionario de Estilo Atributivo, etc.
Una vez obtenido el consentimiento informado, se inicia el tratamiento propiamente dicho ayudando al paciente a identificar y a monitorear sus pensamientos automáticos.
Una vez logrado esto, se le pide al paciente que registre los cambios anímicos que acompañan la aparición de esos pensamientos automáticos. Al alcanzarse este objetivo, se pide al paciente que registre los cambios de comportamiento que acompañan los cambios en el pensamiento y en el ánimo.
El siguiente paso consiste en debatir la razonabilidad y utilidad de los pensamientos automáticos. Aquí prevalece el uso de la mayéutica, pudiendo considerarse con justicia como el aspecto central del tratamiento. Este paso debe ser seguido por la generación de un pensamiento alternativo que se vea acompañado de un ánimo y un comportamiento que no generen tanto malestar al sujeto.
El último paso se consagra a modificar las creencias centrales del paciente que, a diferencia de los pensamientos automáticos, suelen ser implícitas. En virtud de esto, terapeuta y paciente deben inferir el contenido de tales creencias. La modificación de las creencias nucleares e intermedias del paciente son condición para la durabilidad de los resultados.
Como puede verse, el tratamiento cognitivo es estructurado y se deriva de la aplicación de protocolos validados en investigación empírica. Los tratamientos para los trastornos del estado de ánimo y los trastornos de ansiedad tienen una duración que oscila entre las 12 y 25 sesiones, según el trastorno y el protocolo que se emplee. Las sesiones son normalmente de 50 minutos, pero algunos protocolos incluyen sesiones más prolongadas. Estas constituyen la norma en los tratamientos cognitivos grupales.
Algunas Objeciones usuales a la terapia cognitiva:
Los terapeutas formados en el psicoanálisis invariablemente plantean dudas sobre la durabilidad de los resultados logrados por la terapia cognitiva. Se tiende a considerar al tratamiento cognitivo como una terapia de tipo sintomática, que solo lograría cambiar un síntoma por otro. La respuesta es simple: la investigación de seguimiento ha mostrado invariablemente la conservación de los logros terapéuticos para la mayor parte de los pacientes en periodos de dos años como mínimo.
La terapia cognitiva no impone un modelo de conducta o pensamiento normales; tan solo aboga por el logro de un pensamiento alternativo que acepte una visión polisémica de la realidad. No en vano la mayéutica es un recurso fundamental del tratamiento.
No es una terapia intelectualista orientada a que el paciente sea más racional. Es más bien un tratamiento altamente activo para paciente y terapeuta, donde el sentir, el pensar y el hacer tienen igual importancia.
La terapia cognitiva no demanda un paciente brillante: la experiencia clínica y la investigación muestran que puede usarse efectivamente con pacientes con un bajo nivel de cociente intelectual.
Conclusiones:
La terapia cognitiva no es una panacea, sino un conjunto de tratamientos eficaces para una gran variedad de sindromes.
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