Los seres humanos tenemos que atravesar por muchos momentos difíciles y podemos llegar a creer a veces que hemos agotado todos los recursos para enfrentarlos.
Sin embargo, nuestro potencial para tolerar situaciones que parecen superar nuestra capacidad, es ilimitado. Si no fuera así, las guerras hubieran extinguido a la humanidad si el hombre no hubiera sido capaz de sobrellevar la pérdida de sus seres queridos.
Es el espíritu el que nos mantiene erguidos frente a la adversidad, porque cuando nos alcanza la tragedia, nos da la posibilidad de percibir la vida desde otro enfoque y comenzar de nuevo.
Los acontecimientos que nos suceden, son situaciones que también, más tarde o más temprano, pueden ocurrirle a otros, porque la ley de la vida es que en este mundo nada es eterno y todo alguna vez termina.
Son las experiencias las que nos enseñan que hay una causa para todo, que muchas veces no llegamos a comprender pero que otras veces nos empeñamos en no darnos cuenta que también todas nuestras acciones tienen una consecuencia.Frente a los hechos que nos conmueven hasta lo más hondo tenemos dos alternativas: abandonarnos al sufrimiento y a la desesperación o cambiar de perspectiva, utilizando la razón para aceptar lo que no se puede cambiar, aprender de la experiencia y comenzar a ver las cosas de otro modo.
Si miramos la realidad con otros ojos, la vida empieza a cobrar significado y a mostrarnos el otro lado de las cosas.
Afrontar la realidad es importante, pero también lo es recuperar la inocencia para poder ver lo simple que es la vida cuando aceptamos las cosas como son.
Todos tenemos una gran fortaleza oculta y la posibilidad de ver lo que es esencial en la vida, y el sabio que duerme en nuestro interior desea despertar para ayudarnos a hacer lo que es mejor para cada uno de nosotros.
Si no existieran esos momentos cruciales en nuestras vidas, nunca cambiaríamos y seguiríamos cometiendo los mismos errores, tropezando con la misma piedra y enfrentándonos con las consecuencias de nuestros propios actos.
Un cambio de perspectiva nos abre nuevos horizontes, nos obliga a tomar decisiones y a liberarnos del hábito de postergar objetivos y proyectos.
La postergación de las iniciativas genera gran tensión psíquica, porque no somos capaces de dar el primer paso para cumplir con esos propósitos.
Solamente la acción nos libera, porque rompe la inercia y nos permite salir de nuestra habitual actitud derrotista.
Cada golpe en la vida puede ser el empujón que necesitamos para despegar sin miedo a los riesgos ni al fracaso; porque cuando ya no tenemos más nada que perder y hemos llegado al fondo, no tenemos más excusas y sólo nos queda volver a elevarnos.
Sólo desde lo alto se ve mejor el horizonte y se puede tomar conciencia de que uno, si quiere, es capaz de hacer las cosas bien, que se puede confiar en uno mismo y en los demás, que se puede acceder a lo que uno desea si tenemos verdadera convicción, encontrar la estabilidad en una relación más profunda y duradera, salir con calma y fortalecido de los conflictos, aprender a pedir ayuda y a aprovechar cada momento como si fuera el último.
Cuando una puerta se cierra otra se abre, porque el devenir no es sólo lo incierto, es un mar de posibilidades si tenemos en cuenta la importancia de ser tolerantes y flexibles y si recuperamos nuestros valores.
fuente: psicologia.laguia2000
Jaume Guinot - Psicoleg col·legiat 17674
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