
en el bosque quemado, solos desde que el mundo terminó.
Aprovechan el mínimo cobijo para comer algo y descansar.
Hace ya dos semanas que ocurrió, y mientras se miran en silencio, añoran aquel mundo donde aun
había luz y cielo, y no ese polvo denso que oscurece el sol.
había luz y cielo, y no ese polvo denso que oscurece el sol.
Deciden dormir allí, por turnos. Mañana seguirán andando hasta la siguiente ciudad devastada y buscarán latas de comida y cosas útiles entre los escombros y los cadáveres, rezando porque los monstruos no les encuentren, pues también ellos tienen hambre.
de Cien Palabras de Jordi Cebrián
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